No todo sale según lo previsto

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Por desgracia, su idea de hablar con Jungkook y poner en práctica la teoría del restaurante no podía llevarse a cabo, ya que en la ecuación faltaba lo más importante: el cocinero.

Su cocinero suplente se encontraba de viaje por negocios y no regresaría dentro de una semana. Un ligero contratiempo, pero no insalvable. Lo curioso era que su mejor amigo siempre aparentaba despreocupación y ser el ejemplo andante del hijo de un noble rico ocioso que solo se dedicaba a la buena vida, pero Seokjin lo conocía bien, el alfa trabajaba como una mula bajo el sol, aunque Jungkook prefería que la gente lo viera como el cabeza hueca vividor que no era.

—Bueno, lo tomaremos como un aplazamiento —reflexionó en voz alta Seokjin.

Había quedado para asistir a una exposición con el marqués Jung. Aunque la idea no lo entusiasmaba, había aceptado en un momento de debilidad. El marqués era viudo, pasaba de los cincuenta y no era lo que se decía el alma de la fiesta, pero en pos de mantener una buena imagen debía acceder a ciertas invitaciones.

Aunque se aburriera y durante toda la velada pensara en cómo, sin ser maleducado, pedirle que pusieran fin a su encuentro.

Seokjin aún estaba en su despacho, terminando de leer y revisar unas cuentas. A esas horas prácticamente ya no quedaba ni un alma en el banco, pues en el mes de agosto la actividad se reducía bastante. Él no era de los afortunados que podían tomarse una tarde libre y pasarla tumbado a la bartola en la terraza de casa y sin pensar en nada. A veces quería ser como Jimin, ingenuo, con un novio soso, pero tranquilo...

A los treinta segundos, desechó la idea. Eso no funcionaría, Seokjin era vital, inquieto, necesitaba retos para superarlos y no ser el omega de un eterno aspirante a notario sin sangre en las venas.

Oyó ruidos, de alguien caminado por el pasillo y ya se hizo una idea de quien era. Por lo visto, Namjoon regresaba a su despacho.

Seokjin se levantó inmediatamente dispuesto a tentar un poco a la bestia y ver cómo reaccionaba. No era para menos, después del insufrible comportamiento del alfa. Cerciorándose de que no andaba nadie más en esa planta, entró en el despacho del abogado y cerró la puerta.

—Necesito ayuda.

Namjoon lo miró de reojo, desconfiando, antes de hacer la pregunta evidente. Por supuesto lo hizo esperar.

Se lo merecía por dejarlo plantado y creer que iba a salir indemne.

—¿Qué te ocurre? —le preguntó Namjoon.

—Verás, tengo una cita con el marqués Jung para asistir a una inauguración.

—Ese alfa podría ser tu padre.

Eso ya lo había pensado Seokjin, pero ahora no podía escabullirse.

—Me he entretenido más de lo que pensaba y ya no me da tiempo para pasar a casa y arreglarme —dijo el omega tranquilamente antes de dar la puntilla—. ¿Puedes comprobar si mi atuendo está a la altura del evento?

Namjoon se recostó en su sillón, excitado ante tal sugerencia e interesado en la propuesta que le acababan de hacer.

Seokjin quería jugar. Excelente.

Nada mejor para poner el broche de oro a una semana de acoso y derribo. El omega solito había caído en la trampa, pero siempre se puede dar una vuelta más a la tuerca.

—Desde aquí no puedo examinarte como es debido. Acércate, por favor. —Nadie podía fiarse de esa voz tan amable y el omega lo sabía, pero ese no era el día para empezar a ser precavido.

Seokjin se colocó a unos nada prudentes cincuenta centímetros. Namjoon, tras la pertinente inspección visual, siguió con el dedo uno de los bordes del pantalón de vestir del omega; Seokjin lucía perfecto como ya era costumbre, pero no estaba de más asegurarse.

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora