¿Y ahora...?

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Namjoon cayó rodando a un lado, junto al omega, sin preocuparse demasiado por su compañero de cama. En esos momentos no podía, su propio cuerpo estaba regularizándose. Unos minutos, cinco a lo mucho, para que su ritmo cardíaco fuese normalizándose y la respiración agitada diese paso a una normalizada.

Debía ser más atento, desde luego, pero primero necesitaba recuperar fuerzas.

Por increíble que pareciera, le importaba, y mucho, lo que Seokjin pensara. Estaba junto a él, por lo tanto ¿cómo obviar su presencia? Y no hacía falta ser un genio para saber que se encontraba en un estado muy parecido al suyo. Otra cosa muy distinta era saber qué le pasaba por la cabeza a este omega.

Cada segundo que estaba junto a Seokjin, con cada pelea, con cada gesto, Namjoon tenía muy claro cuál era el destino de ambos. Sin embargo, como representante de su casta tenía que albergar una serie de dudas, que entorpecían algo que podía resolverse rápida y satisfactoriamente. Bien podía aprovechar esos instantes para abogar en favor de su causa, pero conociendo al omega... mejor otra cosa.

Cuando por fin pudo moverse no dijo nada. Solo se acercó al omega, que yacía desmadejado en la cama, con los ojos cerrados y una expresión somnolienta; Namjoon le acunó su rostro y le dio el beso más suave y tierno que alguna vez recordaba haber dado.

No, se corrigió a sí mismo el alfa. Nunca había besado a nadie de esa forma.

Profundizó aún más el ósculo, pero sin mostrarse dominante, simplemente disfrutando del momento, sin más pretensiones. Acariciando al mismo tiempo ese rostro tan simétrico de Seokjin, un ademán tierno, para nada forzado. Le encantaba hacerlo y no se sentía obligado a ello. Con cuidado Namjoon metió la mano entre las nalgas del omega para sacarle las bolas y que por fin se relajara completamente.

Seokjin, por su parte, no entendía o, mejor dicho, no quería saber a qué venía ese momento tan inusual en él. Namjoon no era lo que se dice un alfa dado a arrebatos románticos. Además, ese gesto no era sino una forma más de confundirlo. Confuso y todo no se apartó, ni protestó.

En ese instante era mejor aplazar dudas y desconfianzas. Si no lo hacía, empañaría un momento tan íntimo y tan significativo.

Namjoon fue quien dio por finalizado el contacto, recostándose junto al omega castaño. Mirándolo sin poderse creer lo jodidamente afortunado que era. Encontrar a un omega compatible en la cama podía ser cuestión de ir probando, y él ya había probado más que suficiente, y seguramente si ese era el único criterio válido para casarse ya llevaría varios años esposado. Se necesitaba algo más que unos cuantos e intensos revolcones para atarse de por vida con alguien, sobre todo teniendo en cuenta lo fácil que era conseguir compañeros de cama dispuestos y con experiencia.

Namjoon no era producto de un matrimonio convencional, uno de esos que más o menos mantenía las apariencias, en que los años distanciaban a los cónyuges, pero en los que ni había gritos ni tampoco muestras de afecto. Por supuesto, una de esas atípicas parejas en las que el paso de los años ni distanciaba ni desgastaba, lo que era sencillamente impensable para cualquier mortal, y menos aún para él. Ni siquiera había sido concebido bajo el seno de una pareja propiamente dicha.

Su cinismo le impedía ver muchas veces las cosas desde otra perspectiva; y ese había sido su mayor error respecto a Seokjin. Creer que el omega se conformaría con un simple "es lo correcto" suponía tomar a Seokjin por la cabeza hueca que creía que era distaba mucho de su esencia.

Bien, palabras bonitas, reconfortantes y cariñosas no eran la especialidad de Namjoon, más que nada porque sonarían tan falsas que obtendrían el resultado contrario al previsto.

Seokjin respiraba a su lado, aparentemente tranquilo, y aunque permanecía con los ojos cerrados, Namjoon podía asegurar, sin miedo a equivocarse, que no dormía.

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora