Dime con quién andas...

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—Y ahora veo que estás listo para salir esta noche —dijo Namjoon como si fuera una verdad absoluta y todo el mundo debiera creerla de pies a cabeza. Recogió el chal del omega y se lo puso encima de los hombros.

—Ni hablar —protestó Seokjin dejando caer el chal de forma poco elegante—. No voy a salir esta noche —sentenció para después moverse inquieto hasta su sillón. Se apresuró a sentarse e intentó controlar el cosquilleo interno que le producían esos malditos cascabeles o como quiera que se llamasen.

Namjoon, de nuevo actuando con esa actitud indiferente que Seokjin odiaba, recogió el estuche de madera, lo cerró y con tranquilidad lo puso a un lado de la mesa, como si de un adorno se tratara.

El omega, en un arranque de a saber qué, pues estaba, entre otras cosas, enfadado, lo cogió de malas maneras para dejarlo dentro de uno de los cajones del escritorio.

—Se nos hace tarde.

—Vete entonces, yo me quedo aquí —replicó Seokjin afianzándose en su posición.

—Seokjin —murmuró Namjoon con cierto humor—, estoy seguro de que no quieres perder la oportunidad de acudir a cierto local de mala reputación.

El omega abrió los ojos como platos para después entrecerrarlos. ¿A qué se debía ese repentino cambio de actitud? Viniendo de alguien como Namjoon, nada bueno, seguro, pero se arriesgó a preguntar.

—¿Ahora sí te parece conveniente que vaya?

—No. —Caminó hasta el omega, tiró de sus muñecas y lo levantó—. Mi opinión sobre eso no ha cambiado, pero, en vista de que vas a ir, me guste o no, prefiero acompañarte.

Refunfuñando, Seokjin lo siguió. Más que nada porque si se mostraba abiertamente conforme con acompañarlo el alfa encontraría un modo de atormentarlo y Seokjin, ante todo, no quería perder la oportunidad de visitar "La Ratita Presumida".

Intentó distraerse con algo, pero el maldito ronroneo del motor y el traqueteo del coche no ayudaban en nada. Sentía una constante caricia interna que si bien no era suficiente para llegar al clímax, sí resultaba inquietante ya que lo mantenía en un punto intermedio, totalmente frustrado por no poder seguir hacia delante o dar marcha atrás.

Maldito Namjoon con sus regalitos. El alfa debía saber muy bien qué se sentía y a qué estado conducía el maldito artilugio.

Durante el trayecto en coche hasta una zona de la ciudad poco recomendable, donde la suciedad, el mal estado del adoquinado y los edificios que necesitan ser reparados urgentemente, algunos incluso ser demolidos, Seokjin no habló, solo observó y pudo encontrar un punto de equilibrio bastante inestable, pero con el que, por el momento, tenía que conformarse.

Namjoon estacionó en una calle lateral, un poco alejada del barullo. Según comentó, era para evitar problemas; nunca se sabía cuándo podía armarse jaleo.

Por el tono utilizado, el omega dedujo que conocía bien la zona y que lo raro era que no hubiese bronca.

Namjoon la ayudó a bajar del coche, evidentemente con una intención clara. Espachurrarlo contra la carrocería nada más poner los dos pies en el suelo.

—¿A qué se debe este ímpetu? —preguntó Seokjin cogiendo aire antes de ser avasallado de nuevo por un abogado besucón.

—Es, simple y llanamente, una forma de hacer los preliminares.

El omega miró a izquierda y derecha. Puede que estuvieran en un barrio de mala muerte, pero eso no les libraba del escándalo público si algún agente de la autoridad decidiese, en ese momento, hacer su ronda y fijarse en una pareja que llamaba la atención por ir vestidos de forma poco común en el barrio.

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora