Asuntos personales

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Empapados de sudor, agotados pero muy satisfechos, permanecieron en la cama, riéndose, diciendo tonterías, provocándose, comentando lo ocurrido y desayunando de nuevo, recuperando así las energías gastadas en el combate cuerpo a cuerpo que acababan de librar.

Eso, al menos, pensarían quienes contemplasen cómo había quedado la cama, pero todo lo bueno tiene su final.

Desganado, pero sabiendo que no le quedaba otra opción, Namjoon se levantó, abandonando con pesar las sábanas revueltas. No sin antes darle un beso en el pie y sonreír.

Seokjin fingió timidez, pero estaba encantado por el lugar elegido para ser besado.

—Recuérdame que compre unas cuerdas.

El omega no preguntó para qué demonios quería este alfa unas cuerdas, especialmente cuando siguió la mirada de este y se percató de que el cabecero de latón, profusamente ornamentado, llamaba su atención. No tenía muy claro si se trataba de un súbito interés por la decoración de interiores o si había algo más.

—¿No vas a preguntarme para qué quiero unas cuerdas?

Seokjin negó con la cabeza y simuló interesarse por otra pieza de bollería. Y contestó distraídamente:

—No.

—Pues deberías.

—Sé que cuando lo consideres oportuno me darás una amplia disertación sobre el uso que pretendes darles. —El tono que utilizó era de lo más pedante, pero se quedó bien a gusto. Por otro lado, el omega no estaba en esos momentos para pensar en todas las posibles opciones.

Namjoon se limitó a sonreír de lado, un gesto de lo más habitual en él cuando no quería entrar en más detalles.

Bien, la intriga formaba parte esencial del juego, así que no ahondó más en el tema. Estaba satisfecho de cómo se iban desarrollando las cosas, y estropear ahora la buena sintonía sería de estúpidos.

Seokjin no tenía ganas de levantarse y se quedó tumbado, haciendo de vago, ahora que tenía la oportunidad de poder hacerlo. Cuando el alfa se retiró al cuarto de baño ni se inmutó. Al fin y al cabo, Namjoon ya había terminado su trabajo y él no lo necesitaba para nada, era un omega más que autosuficiente. Quizás ese era un punto de vista egoísta, desde luego, pero si se paraba a pensar en lo que desearía realmente del alfa solo conseguiría ponerse de mal humor.

Se estiró en la cama decidido a no pensar en nada, ni en accionistas, ni en cuentas, ni en posibles inversiones... nada relacionado con el trabajo. Y ya puestos, nada relacionado con su montaña rusa emocional.

Ser, por unas horas, un día, con un poco de suerte, un simple omega pasando un agradable fin de semana. Sin responsabilidades. Sin el peso que supone el apellido Choi.

Media hora más tarde Namjoon salió perfectamente arreglado como para asistir a una reunión de negocios y Seokjin puso mala cara, pues era lo que menos le apetecía en ese instante.

—¿No podemos fugarnos, como los estudiantes? —preguntó mirándole de reojo. Qué guapo estaba así, tan serio y formal. Nadie pondría una queja a su aspecto y nadie podría sospechar el pervertido que coexistía con el respetable abogado.

—Tú sí, querido. Voy a ocuparme de unos asuntos personales. Volveré en un par de horas. Tres a lo sumo. —Recogió varios papeles, los guardó en su cartera y después se acercó al tocador donde Seokjin le vio sacar una fina cadena de oro y colocársela.

Frunció el entrecejo a más no poder.

—¿Tienes un omega escondido por ahí y te escapas para verlo? —bromeó, tratando de disimular la amargura en su corazón. Todo era posible, aunque al decirlo sintió una punzada de alarma. ¿Y si era uno de esos maridos que llevaban una doble vida? No sabía nada de su vida privada...

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora