Promesas

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Namjoon se apartó lo suficiente para mirarlo y comprobar lo que sucedía.

Puede que sus palabras no hubiesen sonado con toda la sinceridad que el momento requería. Declararse no entraba en sus cálculos, pero por lo visto exponer los hechos de forma clara no resultaba; tenía que ser con palabras sensibleras. Él era un desastre en esos menesteres. Seokjin ya estaba advertido de que él no era precisamente el mejor candidato a poeta. Podía al menos mostrarse un poco más comprensivo. Sus carencias como amante amoroso bien las suplía como amante generoso, ¿no?

Arrugó el entrecejo al darse cuenta de un detalle... Sí, Seokjin estaba llorando, pero el muy...

¡Se estaba partiendo de la risa! A su costa.

Descaradamente, sin ninguna vergüenza se carcajeaba de sus palabras.

Lo miró, esperando que al menos se reprimiese un poquito a la hora de expresar lo que su discurso le había parecido.

Seokjin se limpió las lágrimas y sin perder la sonrisa dijo:

—Es la declaración más ridícula y falsa que he escuchado en mi vida —dijo entre risas.

Namjoon se pasó la mano por el cabello. Dudaba de haber hecho semejante ridículo con anterioridad. Solo por Seokjin llevaría su orgullo y dignidad por los suelos.

—Carajo...

Ambos se quedaron mirando en silencio, sin decir nada, esperando a ver quién era el valiente en romper el fuego. Evaluándose, tentándose, conteniendo la respiración...

Al final Seokjin, imitando la sonrisa de su padre, que prometía todo o nada, habló.

—Pero, ¿sabes qué?

Namjoon no podía más; quería cargarlo sobre sus hombros como saco de papas, llevarlo un poco más entre los árboles de la finca y sacudirlo como a un cachorro caprichoso que no sabe lo que quiere era toda una tentación, pero jugaba fuera de su terreno y a pesar de que su corazón sufriese una arritmia debía mantenerse a la espera.

—Acepto —dijo Seokjin sin más—. Sí, mira nomás, me has convencido. Al final me casaré contigo.

—Ya veo —murmuró molesto el alfa por cómo se estaban desarrollando las cosas. Los Choi eran rarísimos y muy parecidos entre sí, pero todo había resultado bien para él. De haberlo sabido lo hubiera hecho antes y ahorrarse ciertas molestias—. No esperes que te lo pida de rodillas, por ahí sí que no paso. Te pongas como te pongas. Ya me has dicho que sí, no puedes retractarte.

Seokjin echó la cabeza hacia atrás. Intentó dejar de reír, pero no podía. Si en vez de oírlo decir todas esas frases lo escuchase decir que los cerdos volaban, el efecto casi sería el mismo. Tenía que reconocerlo, en boca de Namjoon toda esa palabrería no eran, sino frases baratas para mentir sin que se notase demasiado.

Él se lo advirtió, pero en el fondo quería uno de esos momentos romanticones, de los que algunas hablaban, para recordar.

Desde luego, este se llevaba el primer lugar, pero no como pensó que sería.

Del mismo modo que era digno de elogio el intento por complacerlo. Bueno, pues ya había llegado el momento de despejar dudas.

—De acuerdo. —El omega más o menos iba controlando sus carcajadas—. ¿Has traído el anillo?

—¡Mierda!

—Bueno, está bien. Pasemos por alto el descuido; además, tu gusto comprando anillos deja mucho que desear. Iremos los dos.

Ahora llegaba el momento de dejarse de tonterías y ponerse serio. Namjoon acunó el rostro del omega para besarlo suavemente, Seokjin no abandonaba la expresión de burla pero tenía que continuar.

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora