Consecuencias

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—¡No, ni hablar! —Seokjin se tapó hasta la barbilla y cerró las piernas con fuerza, como el virgen asustado que ya no era, al ver el estuche que el alfa le mostraba sonriente.

—Si no recuerdo mal, ya se conocen —apuntó Namjoon evidenciando su buen humor.

—¡Ni se te ocurra acercarte a mí con eso!

—No seas tonto. —Se sentó en el borde de la cama—. Son tus amigos, los cascabeles. —Los hizo tintinear dentro de la caja antes de sacarlos mientras contemplaba encantado la cara de espanto del omega.

—He dicho que no. —Se mantuvo firme en sus trece.

—Vamos a ver, querido. —Con pericia y rapidez apartó la inoportuna sábana, dejándola desnudo frente a sus ojos. Carajo, qué visión—. Yo, en pos de tu total satisfacción, y... —Puso las manos en los muslos carnosos del omega e hizo palanca para separárselos—... pensando siempre en tus sugerencias...

—¡Namjoon!

Tuvo que hacer más fuerza de la prevista, ya que Seokjin parecía decidido a no aflojar.

—... he buscado la forma de complacerte.

—No me gusta esa cosa. —Señaló las dos bolas metálicas con cara de desagrado.

—Si no recuerdo mal tuviste una buena experiencia con esto.

—¡¿Buena experiencia?! Me pasé toda la maldita noche deseando... —Se detuvo al ver la cara de idiota sabelotodo y satisfecho que había puesto Namjoon—. Que no me gustan, dije.

—Ay, Seokjin, eres increíble.

—No me seas un lamebotas para salirte con la tuya.

Namjoon no necesitaba hacerlo, porque ya estaba calentando el metal entre sus muslos, subiendo y bajando por la cara interna, tentando al omega a que sus deseos fueran ganando la batalla a sus reticencias para lograr su objetivo.

Como era de esperar, Seokjin se fue relajando, permitiéndole acercarse más y más al centro de operaciones. Cuando lo rozó con sus nudillos comprobó complacido que el omega estaba ya mojado. Presionó un poco más hasta que Seokjin emitió el primer suspiro, rindiéndose a lo evidente.

—¿Por qué no nos limitamos a hacerlo como siempre? —sugirió el omega con cierto temor.

Quizás agitar el trapo rojo delante de un toro bravo como Namjoon había sido excesivo, consideró Seokjin ahora con un poco más de perspectiva.

—No —murmuró el abogado contemplando el agujero hinchado del omega—. Ahora no hay marcha atrás.

Eso temía Seokjin.

Y lo peor del asunto era que nunca conseguía reunir la suficiente fuerza de voluntad como para respaldar lo que primero negaba.

¿Qué tenía ese alfa que lograba aniquilar su fuerza de voluntad?

Muy simple, Seokjin estaba enamorado de ese alfa y, muy a su pesar, ese estado anulaba cualquier intento de mantenerse firme. O, sencillamente, las propuestas del alfa, aparcando a un lado ese tonto enamoramiento, resultaban tan atractivas como curiosas y negarse la oportunidad de experimentar era de tontos.

O, visto de otro modo, Namjoon tenía un poder de convicción fuera de lo común.

Sí, mejor esta última. Siempre resulta más reconfortante echar las culpas a otro que pensar en las debilidades propias.

Namjoon sonrió de medio lado, encantado con la actitud del omega. Siempre era un no por respuesta a todas sus sugerencias, lo cual hacía mucho más interesante convencerlo. El metal ya se había adecuado a la temperatura corporal de Seokjin, de tal modo que no sentiría esa repentina sensación de frío al introducirle la primera bola, aunque sin dudarlo esa posibilidad podría ser idónea en el futuro.

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora