Dos días a la semana

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Siete días después, Seokjin no sabía muy bien a qué atenerse.

Por un lado, las cosas en el trabajo iban más o menos como siempre, nadie sospechaba nada y él se moría por saber qué dos días a la semana le correspondían exactamente. Había sido un idiota de primer nivel al pensar que podía manejar a un alfa como Namjoon.

A última hora de la tarde ya no quedaba prácticamente nadie en las oficinas salvo su persona y una visita inesperada.

Seguía repiqueteando con la estilográfica sobre el escritorio mientras escuchaba, sin prestar atención, pero sí murmurando y asintiendo para mantener la compostura, a Lee Sookyung, el hijo mayor de un conde que de vez en cuando lo visitaba y lo invitaba a salir. No era un mal alfa, no realmente, pero sí era lo suficientemente aburrido y clasista para que Seokjin optara por rechazarlo diplomáticamente. Además, le constaba que estaba buscando omega. Aunque al menos sabía que no se trataba de uno de esos cazafortunas. De todos modos, prefería que no le propusiera matrimonio.

Sin embargo, empezó a sentirse incómodo, ya que la conversación, unilateral por parte de Sookyung, iba encauzada a declararse.

—Joven Choi, ¿qué opina usted?

El joven Choi estaba tan abstraído en sus pensamientos que no sabía cuál era la pregunta.

—Discúlpeme, estaba distraído. —Sonrió para amortiguar un poco su falta de modales.

—Le he preguntado si le gustaría ser mi esposo —dijo de nuevo el alfa mostrando una paciencia infinita.

«Ya se estaba tardando demasiado», pensó Seokjin. En ese instante le vino a la mente una imagen de él con Sookyung en la cama, haciendo lo que hacían los casados y casi se atraganta con su propia saliva.

Su pretendiente no era desagradable, pero si algo había aprendido en su corta, pero intensa experiencia en el ámbito sexual era que tenía que haber deseo, curiosidad, un no sé qué que lo empujara a desnudarse. Y lo cierto es que, con el alfa Lee Sookyung, como mucho le apetecía cenar tranquilamente y eso era.

—Me siento muy honrado, alfa Lee —empezó el omega buscando una salida.

—Seokjin... ¿Estás ocupado? —preguntó una tercera voz que lo hizo suspirar aliviado, cualquier otro día hubiera tenido unas palabritas con el abogado por entrar en su despacho sin avisar primero y por interrumpirlo.

—Pasa —dijo indicándole que se adentrara—. Te presento al alfa Lee Sookyung.

Namjoon lo miró aguantándose una réplica y ofreció educadamente la mano para saludar al otro alfa.

—Encantado.

—¿Para qué me buscabas? —preguntó a Seokjin intentando no mostrar su ansiedad por librarse de Sookyung, y a la espera de que el abogado hubiera captado la idea y lo ayudara.

—Ha llegado esto. —Le tendió unos papeles—. Son unas cuentas que tienes que aprobar.

—Uhm, de acuerdo.

—Bueno, los dejo; estoy seguro de que tienen muchas cosas de las que hablar. —Namjoon sonrió de lado antes de darse media vuelta.

«Rata inmunda», pensó el omega al verlo marcharse. ¿Es que no se daba cuenta de su apuro?

Se sentó tras su mesa. Sookyung esperaba una respuesta y él no quería decirle abiertamente que no, porque el hijo mayor y heredero de un condado podría no tomar bien una negativa así de cruda.

Le sonrió, abrió la carpeta para tener algo que hacer con las manos y casi se sobresalta al ver la nota que le había dejado Namjoon.

"Te espero dentro de una hora. No tolero la falta de puntualidad. Ya lo sabes".

A contracorriente ➳ NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora