Los domingos por la mañana solían ser tediosos de por sí, pero últimamente lo eran aún más. Normalmente ordenar sus asuntos personales sentado en el despacho de su casa ocupaba bastante tiempo hasta la hora de comer, pero recientemente había descubierto una actividad mucho más lúdica, mejor dicho dos: haraganear en la cama con Seokjin al lado intentando dormir y hacerlo rabiar, o ir a trabajar y mantener las apariencias delante de todo el mundo, como si lo acontecido por la noche no fuera real.
De las dos noches inicialmente pactadas habían pasado a citarse en muchas más ocasiones, sin un orden concreto, simplemente porque a Namjoon le apetecía. Seokjin protestaba, alegaba que tenía otros compromisos, lo torturaba hablando con ese imbécil de Jungkook, pero al final acudía a su cita, lo cual significaba una gran victoria para el abogado.
Sin embargo, por un motivo que no quiso revelar la noche anterior, Seokjin se había negado en acudir a su cita, y eso le había puesto de un humor de perros. Especialmente, porque tenía planes. Planes que consistían en aparecer de una vez por todas en público juntos, fuera de lo que serían negocios, llevar al omega a cenar a un buen restaurante concurrido, para que la gente se hiciera preguntas y así conseguir que Seokjin dejase de jugar al gato y al ratón. Que la gente empezase a rumorear sobre si el heredero de los Choi aparecía demasiado en público con él. Eso lo beneficiaría, aunque tendría que andar con pies de plomo y atreverse a exponer la situación a su jefe.
Pero correr ese riesgo, muy alto por cierto, suponía al mismo tiempo liberarse de un peso aún más insoportable: la situación con Seokjin. Como amantes iba viento en popa, como futuro matrimonio se había estancado, más que nada porque ese omega se empecinaba una y otra vez en negar lo obvio.
Estaba más que harto de todo aquello.
En ese momento tomó una decisión, iba a arriesgarse, porque no le quedaba otra.
O jugaba sucio o Seokjin seguiría fingiendo demencia para no llegar a ningún lado, y eso, su orgullo y sus ganas de tenerlo, en todos los sentidos de la palabra, no podían consentirlo.
Namjoon estaba actuando como pocas veces antes lo había hecho, es decir, llevado por un impulso, pidió al desagradable de su mayordomo, como lo llamaba Seokjin, que preparase el coche y una hora más tarde se encontraba llamando a la puerta de la mansión imponente de los Choi. Cuando lo hicieron pasar, afortunadamente no le hacían preguntas pues era habitual que se acercarse por allí por asuntos meramente profesionales, así que con calma preguntó por Siwon.
Le indicaron que estaba en su estudio y hacia allí se dirigió.
—¡Señor Kim! ¿Cómo usted por aquí?
Namjoon se detuvo; Jimin, el hermano menor de Seokjin, era siempre amable con él y, aunque retrasaba sus planes, no podía obviarlo.
—Buenos días, Jimin.
—Hoy es domingo, no debería trabajar tanto —le recriminó en tono amable—. ¿Por qué no nos acompaña a la terraza? Jin y yo estamos tomando un refresco, se está muy bien con este clima.
—He venido a hablar con tu padre —le dijo sonriendo ante la cortesía del omega pequeño. Era adorable ciertamente, era incluso mucho más bajo y pequeño que Seokjin lo que causaba en uno ganas de cuidarlo y su personalidad tan suave y amable fortalecía tal sensación, pero prefería a una fiera indomable como Seokjin—, quizá más tarde. Gracias por tu invitación.
—¡Negocios! —se quejó Minie—. Está bien. No quiero que papá se enfade por hacerlo esperar. Vaya, vaya. Cuando acabe, si quiere, puede acercarse.
—Gracias.
Una vez cumplidas las normas de buena educación, Namjoon caminó directo al estudio de su jefe esperando no encontrarse con nadie más, especialmente con Seokjin, pero la información que le había brindado Jimin despejaba el camino.
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A contracorriente ➳ Namjin
Hayran KurguPara un omega como Seokjin, perteneciente a una de las familias más ricas del país y que muy pronto sucederá a su padre al frente de los negocios, recibir propuestas de matrimonio es como el pan de cada día. Él, que no tiene un pelo de tonto, sabe p...