Capítulo XXIII: Una caja de zapatos.

9 1 2
                                    

ANNA.

Doy vueltas y vueltas al lado de Abe, no puedo dormir, a partir de hoy y hasta dentro de un tiempo Annabelle Houston Rainhood va a dejar de existir, ahora voy a ser Charlotte Bay, francesa, rubia, de ojos verdes. Me levanto y me pongo la ropa de entrenar, voy directa al gimnasio, a exprimirme el cerebro.

Dos horas intensas de deporte no han hecho nada en mi cerebro, creo que voy a necesitar algo más fuerte que eso.

—Pobre saco— susurra una voz dulce que conozco muy bien a mis espaldas. Me giro y me encuentro a mi pelirroja.

—No puedo más, tengo que sacarme todo lo que llevo encima y es la única forma que veo posible— mi pecho sube y baja fuertemente y ella se acerca a mí.

—No voy a decirte que todo está bien porque miento, pero estamos dando pasos de gigante, y espero de verdad que todo salga bien, y respecto al exilio... An, van a ser unos meses, hasta que todo esté arreglado— me siento en el suelo y ella lo hace a mi lado.

—Joder, no estoy nada segura de que esto vaya a ser la mejor idea, va a encontrarme donde sea que esté, lo sé, y aunque dentro de unas horas deje de ser Anna y empiece a ser Charlotte, va a encontrarme y va a costarme muy caro— ella pasa una mano por mi mejilla.

—Anda, ven aquí— me da un abrazo de mamá oso—, vamos a cambiar el tema, esta noche nos vamos de fiesta todos, ¿te vienes?— la miro con una cara coqueta.

—¿Cuándo rechazo yo una fiesta? Claro que voy, aunque no podemos beber, pero bueno, algo caerá, aunque no sea gran cantidad— me da la mano.

—Y queremos cantarle el cumpleaños feliz a Scarlett, que su cumpleaños es la semana que viene, el trece— NO TENGO REGALO—, no te preocupes— dice como si me leyese la mente—, nadie tiene regalo, no hemos podido, por cierto Brays ha sido el que ha montado todo lo de la fiesta, ¿sabes qué lleva entre manos?— niego haciéndome la tonta, como si Abe no me lo hubiese contado anoche.

—A lo mejor quiere confirmar vuestro noviazgo frente a todos— me encojo de hombros.

—Es el hombre de mi vida, ¿sabes? Nunca he querido tanto a alguien, me hace sentir tan llena, me trata tan bien, es tan gracioso y perfecto, es la persona con la que quiero hacerme viejita y con la que quiero formar una familia con cuatro niños y dos perros, en la típica casa americana, hacerles todas las mañanas tortitas y huevos con bacon, llevarlos al instituto...— baja la cabeza dándose cuenta de que eso nunca va a pasar.

—Pero es totalmente imposible eso Emma, nuestro trabajo no lo permite— ahora soy yo la que le acaricia el cabello.

—Lo sé, y me parece egoísta que mis futuros hijos no tengan a su madre, posiblemente cuando tenga hijos me retire de la milicia, por mucho que la ame, por mucho que adore mi trabajo, siempre puedo ser agente de policía e ir a por los cacos— empieza a reírse y yo lo hago con ella.

—Madre mía, yo no me veo cuidando niños eh, ¿te imaginas una mini Anna o un mini Abe?— me llevo las manos a la boca.

Un mini Abe, ¿qué coño acabas de decir?

—No te preocupes, estáis los dos igual de colados por el otro— me sonríe.

—¿Se me nota mucho?— da una mini carcajada.

—¿Qué si se nota mucho? Creo que todo el mundo está flipando por cómo ha cambiado la actitud de Abe desde que está contigo— bajo la cabeza—, es muy feliz neni, mucho, y no sabes lo que me alegro por él, es mi mejor amigo, y desde luego no sabes lo que me arrepiento de haber estropeado nuestra amistad con el sexo, pero es que por ese entonces no me encontraba, y me jodía estar enamorada de otra persona que no fuese él, aún sabiendo que no llegaríamos a nada— se encoge de hombros—, lo quiero muchísimo, pero gracias a dios ya me he encontrado, y he encontrado al amor de mi vida, mi niño.

Misión Fénix (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora