Capítulo XIII: Chef.

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ANNA.

Llevo unos cuantos días en mi casa, odio estar tantas horas entre estos muros, estoy siguiendo un caso de corrupción, porque aunque no puedo entrar en combate hasta dentro de unas semanas, no pienso dejar de trabajar. Solo puedo andar de un lado a otro de la casa, aunque a pesar de que los médicos me hayan dicho que no puedo hacer ejercicio físico, lo hago porque no puedo quedarme quieta, además, cuanto antes esté en forma, antes podré reincorporarme.

Tengo el portátil encima de una mesilla, tecleo rápidamente para terminar de una vez el informe.

Claire ha venido a ayudarme a ducharme, cuando me he quitado la camiseta sus ojos han ido directamente a mis cicatrices, y entre llantos se lo he contado todo, ella no daba crédito, y me ha sorprendido la confianza que le he podido depositar, porque nunca nadie lo ha sabido, solo mi madre y el susodicho.

No paraba de decirme que no tenía de lo que avergonzarme que son heridas de guerra, y que debería de estar orgullosa de ello, y no infravalorarme por ello.

Desde la última noche que estuvo conmigo, no he vuelto a saber nada de Abe, se ha esfumado, según su hermana está en Noruega en una misión en la que yo he colaborado desde mi casa ofreciendo información, está incomunicado y se supone que ha vuelto hoy.

Sé que no está bien comer comida basura, pero estos días he estado alimentándome únicamente de pizza, y creo que ha superado al McDonald.

Fuera las luces de la ciudad hacen que me sienta cómoda, y es que esta ciudad es mi casa, me produce tranquilidad saber que estoy rodeada de gente, que todo el mundo tiene una historia y que yo les hago bien a esas personas.

La luna está empezando a aparecer, y el cielo está anaranjado, está despejado a pesar de ser principios de noviembre.

Termino de teclear y me levanto para ir a la habitación, mañana es el cumpleaños de Jess, y el vestido que me han comprado es precioso, de pedrería blanca, con transparencias y bastante corto, con una abertura al lado.

Le doy un mordisco a la pizza y miro pensativa el conjunto, ¿se verán las marcas? El sonido del telefonillo me saca del ensimismamiento, ahora Tom tiene que seguir un protocolo muy estricto con las visitas, y hasta le han dado un arma por si pasase algo, aunque he de decir que Tom con un arma es bastante inútil.

Señorita Anna, hay un chico que pregunta por usted— el corazón se me sube a la garganta.

—Identifícalo— le pido.

Capitán Mayor Abe McLaughlin Blair, Anna, déjame pasar que no soy un puto sicario con careta, tengo que hablar contigo— dice Abe quitándole el teléfono a Tom.

—Déjalo pasar Tom— cuelgo y me miro al espejo retocándome el pelo.

El timbre suena y respiro dos veces antes de abrir la puerta.

Madre mía Anna, respira, respira, RESPIRA, NO HIPERVENTILES. Lleva una camisa blanca desabotonada dejando ver su chapa y su pecho, unos vaqueros ajustados que hacen que babee, va despeinado y con cara de cansancio, está apoyado de una forma muy sexy en el marco de la puerta.

—¿Quieres que te firme una autógrafo?— se ríe de mí—, ¿vas a dejarme pasar? Por cierto, bonito pijama... ¿son nubes?— miro a mis pies descalzos, el pijama es de franela y con dibujos de nubes, lo tengo varios años, y me encanta.

—No te rías del pijama, que hace frío— lo dejo pasar y cierro la puerta con llave— ¿qué tal en la misión?

—Bien, hemos detenido al presidente de la junta, y Catalina y Jessica lo están interrogando ahora, ya sabes que los métodos de Jess no son sutiles.

Misión Fénix (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora