Capítulo IX: Verdes a la luz y azules a la oscuridad.

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ABE.

Que Vera entrase era una posibilidad, él quiere los papeles, pero hemos estado ágiles, Anna los ha conseguido, también ha conseguido rescatarme de la cocina, hemos matado a veintisiete hombres, ha desactivado más de treinta chalecos bomba en menos de cuarenta y cinco minutos y lo más difícil, ha conseguido impresionarme.

El crujido de las ramas hace que nos paremos.

—¿Quién es Vera?— la miro con las cejas enarcadas porque no sé cómo sabe quién es la persona que ha entrado.

—¿Cómo sabes que es Vera?— la vuelvo a parar en seco.

—Por los conductos de ventilación se escucha todo— continúa andando.

—Es una persona del pasado— ando a su lado y la casa se ve a lo lejos.

—¿Qué son los papeles?— la miro de reojo.

—¿Puedes dejar de preguntar?— entramos en la casa y Oliver nos abraza a los dos.

—Lo has hecho genial An, enhorabuena, sin duda has estado increíble— ella se sonroja y le da varias veces las gracias.

—Mañana tenemos el día libre, y pasado volvemos al trabajo— Oliver me da una abrazo y yo se lo devuelvo.

—Oliver, ¿qué son los papeles?— mi amigo me mira y yo niego con la cabeza en señal de advertencia.

—Son pertenecientes a una investigación que está abierta, y no nos corresponde a nosotros informarte del contenido de ellos— Anna asiente y sube al piso de arriba, escucho el grifo de la ducha y Oliver me acompaña a la cocina.

—No se te ocurra darle información de la investigación, más que nada porque puedes ser sancionado, y ella corre peligro— el capitán se ríe sarcásticamente.

—Corre peligro desde que se metió a salvarte en la mansión, porque como la hayan fichado... créeme que acaba criando malvas en una alcantarilla, o peor aún, la van a torturar como solo la Bandada Azul sabe hacer, aléjala de esta mierda porque va a acabar mal— suena algo preocupado.

—Anna es militar, y no pienso meterla en estas mierdas, más que nada porque no se merece acabar mal.

—Pues entonces aléjala de ti— sus palabras son como dagas de fuego.

—No puedo hacer eso— no sé por qué no puedo, es como si tuviese un imán hacia problemas, Anna no es un problema, pero no quiero meterla en los míos, porque puede acabar mal y no pienso volver a pasar por lo mismo: que muera una persona inocente por mi culpa.

—Joder Abe, no le hagas daño— se lleva las manos a la cabeza soplando.

—No tengo pensado nada con ella— él asiente con ironía y yo me despido de él y me subo a la habitación, donde encuentro a Anna acostada con una camiseta y unos shorts.

Está dormida en el lado derecho de la cama, me cambio de ropa y me pongo unos pantalones, aquí tengo algo de ropa de cuando huí, básicamente era un adolescente, de veinte años, pero un adolescente.

Me tumbo al lado de la teniente y le meto un mechón detrás de la oreja.

—Joder Anna, no me lo pongas difícil— le susurro antes de dormirme.

...

ANNA.

La luz entra por la ventana, y enciendo el móvil viendo que son las diez de la mañana. Hacía mucho que no dormía hasta tan tarde.

Me levanto y noto el dolor en todos mis huesos, tengo un brazo encima del estómago: Abe.

Tenía pensado volver con Oliver, pero decidí echarme una pequeña siesta, al final he dormido toda la noche.

Misión Fénix (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora