Capítulo XIV: Elefantes.

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ANNA.

"—Anna, no te vayas cariño— susurra mi madre contra mi pelo.

—M...él...— el aire se me escapa, siento que no puedo, las sirenas se escuchan de fondo, creo que no puedo más.

El suelo está empapado de mi sangre, las heridas parecen que no vayan a sanar nunca, me voy a quedar marcada para siempre; claro, si salgo de aquí."

—Eh, Anna— un brazo fuerte me sacude. Abro los ojos y me echo para atrás asustada—, eh, sshh, todo está bien, no va a pasarte nada— me abraza y yo hiperventilo sudando.

Paso un rato entre sus brazos y una vez ya me he tranquilizado me separo de él.

—¿Qué hora es?— la luz que entra por la ventana me hace pensar que es mediodía.

—Pues... cerca de las doce— abro mucho los ojos y me levando bruscamente del sofá, cosa que hace que me tenga que volver a sentar.

—Eres una bruta, vas a hacerte daño— deja el portátil que tiene sobre su regazo en una mesa auxiliar.

—Joder, hoy es el cumpleaños de Jess— cojo el móvil y le mando trescientos mensajes a Jessica, ella me responder al minuto dándome las gracias.

—Ya la felicitaré esta noche— lo miro mal, y veo que se levanta a abrir la puerta de la casa—. He pedido un desayuno francés, ya tuvimos suficiente con cocinar anoche— lo vuelvo a mirar mal y él sonríe de lado.

Paga el desayuno y pone unos cafés y unos cruasanes encima de la mesa auxiliar al lado de su portátil.

—Tienes ya la ropa que te vas a poner esta noche, ¿no?— él niega con la cabeza—, ¿cuándo pensabas comprarla?— se encoge de hombros.

—Luego iré a comprarla— sonrío y él pone cara de miedo—, ni de coña, no, Annabelle, no.

—Sí, sí y sí, Abe McLaughlin Blair, vamos a ir tú y yo a comprarte ropa para esta noche, tómatelo como mi regalo atrasado de cumpleaños— le doy un mordisco al cruasán.

—Cielo ya me diste el regalo de cumpleaños anoche— abro mucho los ojos, que yo sepa no hicimos nada indebido, bueno, liarnos en la cocina, pero ya está—, además, sueñas si piensas que te voy a dejar pagar, desdiría mucho de mí— me guiña un ojo y todo se me mueve por dentro.

AY DIOS.

—Vístete— ordena cuando terminamos de desayunar.

—Ya estoy vestida— me levanto y me dirijo al pasillo.

—¿Vas a ir en pijama al centro comercial? ¿En serio? No me esperaba eso de ti.

—¿Y tú vas a ir en la ropa en la que has dormido?— touché.

Pone los ojos en blanco y me voy a la habitación, donde con cuidado me pongo un jersey blanco y unos vaqueros negros de campana. Salgo y él se me queda mirando por un rato.

—¿Quieres hacerme unas fotos? Por mí bien— tose y coge las llaves de su coche: la mejor creación de este mundo.

—Qué creída— salimos de la casa y me despido de Tom cuando llegamos a la planta de abajo. Mira de mala forma a Abe, y yo me rio por lo bajo.

El centro comercial está cerca, bastante cerca, y cuando nos bajamos del coche me pego a su lado, ya que está empezando a hacer frío.

El corazón se me para cuando coge mi mano y la mete junto a la suya en el bolsillo de su sudadera, parece que le da igual que la gente mire, parece como si no hubiesen visto nunca una muestra de cortesía por parte de un hombre.

Misión Fénix (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora