Capítulo XXII (extra): Laia y mini Oliver.

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OLIVER.

Y sentado en la terraza de la central de Bogotá me ha dado por pensar en Laia, en cada instante de ese día. Hace cinco años entró una mujer que me enamoró desde el primer momento que pisó la central, era tres años mayor que yo, entró como directora, y estaba clasificada como la mejor soldado de todos los tiempos con tan solo veinticinco años. Empezamos a salir meses después y solo recuerdo lo feliz que era con ella...

Cinco años antes.

Todo el mundo me dice que estoy loco, por estar con mi superior y por tener un hijo tan joven, pero me da igual, he intentado priorizar mi felicidad a la del resto, ahora Laia es mi prometida, cuando mini Oli tenga un año o así nos casaremos, ella está de seis meses, y mi hijo va a ser un buen soldado, si es que quiere pertenecer al ejército, si no también lo voy a ver bien.

—Amore— me llama Laia desde la cocina, está haciendo el desayuno, es una cocinera increíble, es italiana, tiene los ojos marrones miel, su pelo es castaño tirando a pelirrojo, y su barriga hace que me acerque por detrás a abrazarla—, el desayuno está casi listo.

—Te sienta bien estar embarazada— y era verdad, tenía algo diferente, un brillo especial, parecía más joven, es demasiado bonita, y la amo tanto... la amo tantísimo que moriría por ella.

Su sonrisa hace que se le achinen un poco los ojos, y que se vea más bonita. Lleva una camiseta de tirantes que deja que vea el bajo de su tripa, y unos pantalones largos de chándal. Estamos en marzo, hace un poco de frío, pero se está bien.

Yo llevo vaqueros y una camiseta con una sudadera blanca. Tenemos pensado ir a comprar cosas para la habitación de Oliver, y a comprar ropa para él y para Laia, ya que la barriga le crece por días, pero cada día se ve más bonita.

—Oliver, mis padres me han dicho que quieren comprarle a mini Oli una trona, ¿no te emociona empezar a poner cosas para el pequeño?— me mira sonriente, y su emoción se multiplica por tres mil en mí.

—¿Qué si me hace ilusión? Lai, Oli y tú sois las cosas más bonitas que tengo en mi vida, sois lo que más quiero en este mundo, todo lo que tenga que ver con vosotros me hace el hombre más feliz del mundo— le beso los labios ayudándola a poner el desayuno en la mesa.

En la habitación de Oliver ya habíamos pintado la pared hace un par de semanas, de amarillo clarito y blanco. Cada vez que entro me imagino a Lai en la cuna meciéndolo, y una lágrima de emoción se me escurre por la mejilla.

Desayunamos los crepes que ha hecho y que sabe que amo porque me recuerdan a mi tierra: Francia.

Laia es la directora más joven que ha pisado la central, y es la mujer con más méritos y medallas del ejército, ha completado cientos de misiones siendo muy joven, ha encarcelado a gente muy peligrosa, y todo eso no me hace más que estar orgulloso y feliz de tener a una Wonder Woman en mi casa.

—He visto unas cositas tan bonitas en internet...— dice mientras que la ayudo a recoger.

—Corre, vístete que vayamos temprano a comprar, que luego todo se llena de gente.

Ella asiente con una sonrisa en la cara. Termino de recoger y ella aparece duchada y vestida con un vestido premamá que se ajusta a esa curva que me hace tan feliz. Me acerco y le toco la barriga, mini Oli se empieza a mover.

—Hola pequeñajo, soy tu padre, que sepas que vamos a ir a comprarte cositas para cuando nazcas— le hablo agachándome al vientre de mi prometida.

—Vas a ser el mejor padre del mundo— me vuelve a besar y nos alejamos a la puerta de la casa, ella coge una chaqueta y yo cierro.

El camino al centro comercial se pasa rápido, cantamos las canciones de la radio y hablamos de cosas que podemos poner en la habitación de Oliver.

Entramos de la mano y empezamos a mirar ropa para Laia, la cual se termina llevando un par de vestidos primaverales y bermudas premamá, me hace mucha ilusión hacer estas compras con ella.

Continuamos a la tienda de ropa de bebé, y nos enamoramos al instante de un conjunto de ropa para cuando salgamos del hospital, Laia me hace pucheros y repite mil veces que es precioso y le susurra a nuestro hijo que quiere que nazca y poder achucharlo.

Mis alarmas se disparan, todo empieza a pitarme en el cerebro, y no entiendo por qué, pero Laia me mira.

—Tenemos que irnos— ella tiene el rostro serio, y con una mano en el vientre nos apresuramos a pagar.

Agudizo mis sentidos, de tal forma que llego a escuchar a alguien quitarle el seguro a una Glock, me llevo la mano al cinturón y me giro apuntando al hombre encapuchado que apunta a Laia.

—¡LAIA!— grito cuando dispara, ella estaba girada de forma que la bala impacta en su espalda, y mi corazón empieza a latir demasiado fuerte.

Disparo estando ciego de rabia y de dolor.

Tiene el conjunto del bebé en la mano, se sienta y se apoya en el mostrador, la bala le ha atravesado, tiene un orificio en la espalda y otro en el vientre.

—Nuestro hijo— musita poniendo cara de terror, me arrodillo a su lado con el miedo más presente que nunca—, no, no, esto no puede estar pasando, no.

Le tapo el orificio y ella llora sin parar, sangra demasiado.

—Lai, Lai, eres muy fuerte, ¿vale? Eres la mujer más increíble que he conocido.

El terror me nubla la vista, solo puedo ver al amor de mi vida morir en mis brazos con nuestro hijo en su vientre, ella no puede irse.

—Amore, sé fuerte, ¿vale? Enamórate, vive por los tres— entrelaza nuestros dedos y su mano está en su vientre, al igual que la mía.

—Te quiero, te quiero Lai, no te vayas por favor, tenemos que criar a mini Oli juntos, por favor— lloro suplicándole que no se vaya.

—Te cuidaremos desde el cielo Oliver— sonríe y cierra los ojos mientras que pierde las fuerzas.

El suelo es un charco de sangre, de su sangre, y yo no puedo hacer nada más que gritar y llorar, su aroma sigue en mi nariz, y el conjunto de ropa de bebé está a su lado, no puede ser.

—Laia— lloro desconsoladamente—, mi amor, por favor, no te vayas— los equipos de emergencias llegan con un ecógrafo y con lo necesario para intentar revivirla.

Todo en vano, todo fracasa, el ecógrafo no marca latido, y así es como se pierde lo más importante de tu vida.

Y es por eso que sé que amar a alguien no es no poder vivir sin él o sin ella, es tener la capacidad de poder dejarlo ir, por mucho que duela, por mucho que arda, tienes que poder vivir sin él o sin ella, porque por muchos hilos rojos que existan, y por mucha fe que se tenga, los seres humanos no estamos destinados a nuestra media naranja, a nuestro amor; estamos destinados a morir o a dejarlos morir.

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TikTok: _ddarkrose_
NOTA DE LA AUTORA: ay, es muy triste, pero muy real, sobretodo el último párrafo, no podemos ser dependientes de nadie.

Espero que os haya encantado, Oliver tiene mucho que decir, y me encanta darle voz y vida a estos personajes. Dejadme un comentario o alguna estrellita.

Os adoro.

A.💙

04/01/2022.

Misión Fénix (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora