Capitulo 7

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Mi madre se paró a mirar un puesto de fruta y se puso a hacer su compra. Yo observaba un grupo de niños que estaban llenando unos globos de agua en la fuente de la plaza. Parecía divertido, porque con el calor que hacía, refrescarse con ellos era buena idea. Pero de repente vi las intenciones de uno de ellos. Había una anciana que se iba ya del mercado y vi como uno de los niños la miraba y susurraban algo al oído. No me lo podía creer. ¿Iban a tirarle los globos?
Mi madre siempre me había inculcado que a la gente mayor hay que tratarla con respeto y educación y que los que no lo hacen, no tiene en cuenta que un día ellos también serán mayores.
De repente uno fue en dirección a la anciana y su compañero detrás. Le lanzaron un globo cada uno a los pies y ella se asustó, con la mala fortuna, que cayó al suelo. Las bolsas también cayeron y los niños, en vez de ir a levantarla, se fueron corriendo.
- ¡Mama se ha caído! - le dije mientras empecé a correr hacia ella para ayudarla, sin pensármelo ni un segundo.
Mi madre al ver la situación me acompaño rápidamente. Entre las dos la pusimos en pie y le recogimos toda la fruta que se le había salido de las bolsas.
- ¿Está bien? - le dijo mi madre.
- Sí sí. Muchas gracias. Esos niños son unos gamberros. Siempre tienen que hacer de las suyas. - dijo la anciana con cara de enfadada.
- Aquí tiene la bolsa. - le dije yo mientras se la daba.
Al cogerla me miró la mano y la agarró llevándosela a la cara. Estaba mirando mi mano y a mi varias veces seguidas.
- La profecía era verdad... ¡eres tú! - dijo con voz bajita y temblorosa.
Los niños que le lanzaron los globos estaban cerca escuchando y gritando nos dijeron:
- ¡No le hagáis caso a esa vieja loca!
Mi madre les regañó y volvieron a salir corriendo.
- No les haga caso. ¿Quiere que la acompañemos con la compra a casa? - le dijo mi madre.
- No, no hace falta. Muchas gracias. Ya puedo yo sola. Son ustedes muy amables.
Y mientras soltaba mi mano y agarraba las bolsas no dejaba de mirarme a los ojos.
No entendía nada de lo que me dijo, pero sí entendí su cara de asombro. ¿Tendrá algo que ver la señal que me dejó el anillo o realmente la anciana no está bien?
Al llegar a casa me miré la señal y claramente, tenía forma de diamante.
- ¡Mama, mira! - le dije - Parece que tenga forma de diamante.
- Déjame ver - dijo ella - Anda, que curioso. Es verdad. Si lo miras detenidamente se ha quedado una forma parecida a la de un diamante.
Yo estaba entre alucinada y asustada, pero mi madre me calmó diciéndome que no me monte películas raras y pensé que quizás tenía razón. Aunque tenía mis dudas.

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