-Hay que llevarlos a Greenlandia. -dijo Bruno.
Eran 12 gnomos pero los que se habían quemado, eran solo 5, así que mi madre cogió a 3 en sus brazos, que eran los que estaban peor y yo a los otros dos. Bruno lo puse en mi bolso.
-Tú dirás- le dijo mi madre, esperando respuesta para saber dónde dirigirse.
Él nos fue indicando el camino. Nos adentramos en el bosque que está cerca de nuestra casa. Después de andar un rato vimos una cueva con mucha vegetación a su alrededor. Habíamos paseado mil veces por ese bosque y jamás la habíamos visto.
Bruno nos dijo que había que entrar. Él nos explicó que sólo los gnomos o las personas que lleven el anillo, pueden ver la cueva, es por eso que nunca la habíamos visto.
Cuando empezamos a entrar no se veía nada. Bruno hizo una especie de silbido y acudieron muchas libélulas luminosas que nos iban alumbrando el camino. Mi madre y yo nos miramos sorprendidas por lo bonita que era la cueva por dentro. Estaba llena de flores y vegetación por todas partes. Fue un momento mágico ver cómo nos iban alumbrado el camino las libélulas.
Después de andar aproximadamente unos diez minutos, empezamos a ver la luz al final del túnel.
Si la cueva era bonita no puedo expresar con palabras lo que vimos al salir al exterior.
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Greenlandia
Novela JuvenilNunca una historia del pasado, había traído tantos cambios en el futuro. Lucía, una adolescente de 15 años, relata cómo de repente, su razón de existir tiene otro sentido, al encontrar una antigua carta y un presente dirigida a su bisabuela. Ingredi...