Capitulo 11

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- ¡Mama ven!
Mi madre, me conoce tanto, que solo por la forma de llamarla, vino rápidamente.
- ¿Qué pasa? - me dijo
- ¡Éste gnomo habla!
- Pero que dices hija.
- Ella no me oye ni me ve moverme porque no tiene el anillo. - me dijo el gnomo.
Era verdad, porque había dicho eso y mi madre lo miraba sin quedar asombrada. No lo escuchaba.
- Si le coges la mano, ella también me oirá - dijo el gnomo.
Así lo hice y de repente el gnomo dijo un simple "hola".
- ¡Aaaaahhhhhh! - dijo mi madre pegando un saltito hacia atrás.
- ¡Aaaaaahhhhhh! - dijo el gnomo pegando otro saltito hacia atrás.
La misma acción la repitieron como tres veces hasta que les dije:
- ¡Queréis parar! Mamá ahora lo escuchas porque te estoy dando mi mano. Es el anillo de la bisabuela. El gnomo dice que me da el poder de ver y escuchar a los gnomos y como tú eres mi madre, si te doy mi mano, también lo puedes ver y oír.
- Pero que tonterías dices - dijo mi madre mientras pellizcaba al gnomo a ver si estaba duro o blando.
- ¡Auuu! - dijo el gnomo - que me haces daño.
De repente nos quedamos en silencio, mirándonos asombradas de lo que estaba pasando, cuando se empezó a escuchar varios "hola". Empezamos a mirar alrededor del jardín y tímidamente nos iban saludando algunos de los gnomos que allí se encontraban.
- Tu hija te dice la verdad. - dijo el gnomo - Solamente la persona que posee el anillo nos puede ver movernos y nos puede oír. En este caso como tú eres su mama, si ella te da la mano, tú también tienes ese poder. Yo soy Bruno y nosotros somos los gnomos de Greenlandia. Tenemos una misión que cumplir en la tierra para proteger a la todopoderosa madre naturaleza.
Nosotras no entendíamos nada, la verdad. ¡Solamente que nos estaban hablando unos gnomos!
De repente se puso a llover muy fuerte y mi mamá dijo:
- ¡Vamos para casa, corre!
Yo le dije a Bruno - Tú te vienes con nosotras que nos tienes que explicar muchas cosas.
- No, no. Yo tengo mucho trabajo. Ven cuando quieras a verme, pero tengo que ayudar a mis amigos gnomos. No me puedo ir. ¡Déjame en el jardín! - me decía mientras me lo llevaba corriendo para casa.

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