Capitulo 10

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Uno de esos días que estábamos regando las plantas y los arboles del jardín de la Sra. Greta, pasó algo increíble. Vamos, que si me lo cuentan, no me lo creo.
Fuimos mi madre, la Deysi y yo. Lo curioso de ese día es que yo llevaba puesto el anillo de mi bisabuela, cuando casi nunca me lo ponía por miedo a perderlo. De repente oí unas tímidas carcajadas. Me puse a mirar por mi alrededor, pero solo veía a mi madre y no estaba riendo.
Pero las risas seguían.
- ¿Qué es eso? - Le dije a mi madre.
- ¿El qué? - me dijo ella.
- ¿No oyes reír?
Ella me miró con cara de extrañada y me decía que no con la cabeza.
Me puse a buscar por el jardín, pensando que no fueran alguno de esos niños tremendos que hay en el pueblo. Entonces vi a la Deysi que estaba lamiendo los pies a un gnomo que había al lado del pozo. El gnomo tenía una larga barba blanca, un gorro rojo, y su camiseta era verde y el pantalón azul. Llevaba gafas y un cinturón negro. Era muy gracioso. En el jardín había muchos, que eran muy parecidos a él.
Cuando me acerqué un poco más no podía creer lo que veían mis ojos. ¡El que estaba riendo era el gnomo!
Lo primero que pensé es que era un muñeco con pilas que estaría encendido y por eso sonaba la risa.
Lo cogí y de repente me dijo:
- Menos mal que me has cogido. No podía parar de reír con la Deysi. Que juguetona es.
- ¿Pero eres real? - le dije yo.
Pero en realidad estaba barajando la posibilidad que fuera algún tipo de broma, mientras lo volvía a dejar en el suelo con cuidado.
-Claro que soy real. Como la vida misma. Ese anillo que llevas te otorga el poder, de vernos y oírnos.

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