4

636 66 23
                                    

𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 4


El invierno en Jericó parecía volverse más crudo cada año. Los árboles se mecían y causaban fuertes corrientes de aire, obligando a todos los habitantes del pequeño pueblo a cubrirse hasta las narices con gruesas bufandas, gorros y guantes.

La mente de Anne parecía estar flotando en el espacio y como consecuencia de ello, había olvidado su abrigo en la habitación del hotel donde se estaba quedando.

Habían transcurrido un par de semanas desde el fatídico encuentro que tuvo con Larissa, y no había intentado volver a comunicarse con ella. Estaba atravesando uno de los peores momentos de su vida y ya no sabía qué hacer.

Había renunciado a su empleo en Francia, vendió la casa que compartía con su padre y no tenía a quién más acudir. Todas sus amistades se encontraban en el otro continente. Lo había dejado todo por Larissa y qué decepción se llevó al darse cuenta de que su plan acabó siendo un desastre.

Tenía el suficiente dinero como para vivir sin trabajar por un par de años, pero definitivamente no era algo que estaba dispuesta a hacer. Necesitaba mantener su mente ocupada, de lo contrario terminaría volviendose loca.

Ahora estaba frente al Veleta. Desde que llegó había tenido la idea de volver a probar el chocolate que servían en ese lugar, pero por obvias razones, durante varios días permaneció abrumada y sin ganas de salir.

Su mano entró en contacto con la puerta y la retiró de inmediato. Había experimentado un escalofrío al percibir lo helada que estaba la superficie. Anne miró cómo la mano enguantada de alguien más se presionó contra la puerta y la abrió.

Se giró para ver quién había sido su salvador y se encontró con los profundos ojos negros de Leah, así como notó que los pequeños mechones azules de su cabello se asomaban debajo del gorro que llevaba puesto.

El primer día que la vio, Anne estaba tan concentrada en sus recuerdos y en ver a Larissa que ni siquiera se había dado cuenta de lo peculiar que era la muchacha.Y que de alguna forma, le recordaba a alguien, pero no lograba descifrar de quién se trataba.

¡Qué sorpresa! —la saludó.

Señora... —Leah de pronto recordó que no debía llamarle así y se aclaró la garganta antes de volver a hablar— Anne, ¿verdad? ¿Así está bien?

Claro que sí —respondió la aludida con una sonrisa.

Leah le indicó con un ademán que podía entrar de primero y así lo hizo. Un aire cálido la envolvió apenas cruzó la puerta, haciendo que soltara un suspiro de satisfacción. Agradecía que el local contara con calefacción. Frotó sus manos con desespero y recorrió el lugar con la mirada en busca de un lugar libre.

¿Por qué anda por ahí sin un abrigo? —le cuestionó Leah.

No recordaba lo cruel que podía llegar a ser el clima en este lugar. Creo que no escogí peor época para volver.

Anne tomó uno de los asientos que estaban del lado del ventanal y Leah se quedó de pie junto a ella.

Por favor, siéntate —le indicó— ¿Quieres un chocolate? Yo invito.

La verdad era que Leah sentía mucha curiosidad por aquella mujer. Se preguntaba de qué forma ella y su jefa estaban relacionadas.

¿Usted vivió aquí antes? —preguntó al fin.

Por supuesto. Viví y estudié en Nevermore. Mi padre fue el director por muchos años. Ahí conocí a Larissa.

El corazón de Anne dio un vuelco al mencionar ese nombre. Pero no quería empezar a sentirse mal, así que respiró profundo y miró a Leah con curiosidad, intentando recordar dónde había visto su rostro antes.

𝒟ℯ𝒿𝒶𝓂ℯ 𝒸𝓊𝒾𝒹𝒶𝓇 𝒹ℯ 𝓉𝒾  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora