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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 25


Esa mañana estaba siendo una de las mañanas más frías en Jericó, pero a pesar de eso, Larissa le había prometido a Alessa que la acompañaría a la estación de trenes, así que tendría que cumplir con su palabra. Y así lo hizo.

Tienes que visitarme algún día, Weems —le dijo mostrándole su sonrisa deslumbrante. Larissa asintió y le dio el último abrazo—. Especialmente tienes que hacerlo con tu ragazza.

Intentaré convencerla —sabía que tal vez Anne nunca se llevaría bien con ella, pero tenía que intentarlo de cualquier modos. Además, las vacaciones estaban próximas y un viaje a Italia no les iría mal.

Alessa se despidió, dejándole un beso en cada mejilla. Y estando en el interior del tren, alzó la mano y le lanzó otro beso al aire. Larissa no se movería hasta que el tren partiera, y llamó a Anne para decirle que tardaría unos minutos más, pero, por alguna razón, ella no atendió.

Su mente estaba nublada. No sabía qué hacer, qué pensar o a dónde ir. Toda la información que su cerebro había recibido era demasiado espesa y cruda, por lo tanto, Anne no podía procesarla correctamente.

Sus ojos estaban repletos de lágrimas y a pesar de que iba manejando, su vista parecía estar perdida en cualquier otro punto, menos en la carretera. Ni siquiera lograba escuchar su teléfono. Ni siquiera recordaba que se reuniría con Larissa.

Leah bajó las escaleras casi corriendo, sin importarle si sus tobillos se doblaban. No podía darse el lujo de tomar un uber, así que corrió lo más rápido que pudo a casa de sus abuelos para tomar su bicicleta.

Intentaba contactarse con Anne, pero todos sus esfuerzos eran en vano. Ella no abría los mensajes, ni contestaba las llamadas. Y el teléfono de su casa pasaba directo al buzón.

Pedaleó lo más rápido que pudo y al llegar, empezó a tocar la puerta, pese a que el auto no estaba estacionado, y tampoco habían indicios de que estuviera dentro de la cochera. Y escuchaba el teléfono en el interior, pero tampoco había señales de Anne.

Larissa ya estaba en el auto, lista para arrancar, pero su teléfono empezó a sonar y, por alguna extraña razón, su pecho se oprimió. Se preguntaba por qué Leah la llamaría en un fin de semana, sobre todo porque no recordaba haberle encomendado ningún trabajo.

¿Si, Leah? —atendió.

¿Está ocupada? —su voz era agitada, como  resultado del cansancio de las pedaleadas.

Estoy en la estación de trenes, ¿qué sucede?

¿Saldrá del pueblo? ¿Anne está con usted? —Larissa arrugó la frente y miró a su alrededor, como si la estuviera buscando, a pesar de que sabía muy bien que ella no estaba ahí.

No, yo estaba con Alessa —respondió al fin—. ¿Qué sucede, Leah? Me estás asustando.

Es Anne —al escuchar eso, Larissa tuvo la sensación de que su alma abandonaba su cuerpo. Sus músculos se tensaron e irguió su postura, quedando casi contra el volante—. Nos reunimos hace una hora, pero se fue de mi departamento y... ¿podría venir? Estoy afuera de su casa, y he tocado pero no responde. No sé a dónde pudo haber ido.

¿Qué hiciste, Leah? —cuestionó con tono firme y completamente seria.

Yo no hice nada —se defendió mientras empezaba a ofuscarse. No podía creer que Larissa la estuviera culpando sin siquiera conocer la situación—. Y no creo que sea algo que deba decirle por teléfono, así que por favor, apresúrese.

𝒟ℯ𝒿𝒶𝓂ℯ 𝒸𝓊𝒾𝒹𝒶𝓇 𝒹ℯ 𝓉𝒾  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora