Huida [extra]

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ᴘᴀsᴀᴅᴏ

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Larissa contra los labios de Anne—. ¿Por qué me pediste que te besara?

—Porque te amo —Larissa la miró con sorpresa, pero incluso antes de pudiera decir algo, Anne la calló con otro beso.

Aún estaban en la banca del pentágono, bajo la espléndida luz de la luna. Estaba siendo una de las noches más despejadas y frías del mes. Pero eso no les importaba, por que sus cuerpos les brindaban todo el calor que necesitaban.

Larissa tocó la mejilla de Anne con la palma de su mano. Un tacto tan suave, que incluso parecía que ni siquiera quería tocarla. Anne sintió ese roce y suspiró con pesadez, recordando cuando aquella noche de febrero quiso decirle esas mismas palabras, pero simplemente no pudo.

Sin embargo, ahí estaban. Por primera vez estaba haciendo eso que tanto deseó. Y era mucho mejor de lo que pudo haber imaginado. Larissa se alejó lo suficiente como para verla a la cara y suspiró también. Su corazón había dado un vuelco al escuchar a Anne.

Y aunque antes se habían dicho eso mismo, simplemente pensaba que se trataba de un amor de amistad. Pero estaba muy feliz de que fuese algo mucho más que eso. Anne la miró con dulzura y sonrió.

—¿De verdad me amas? —preguntó Larissa con ilusión.

—Te amo, Larissa. Desde hace mucho tiempo y... —calló un momento, sintiendo cómo su corazón se aceleraba y cómo los nervios se apoderaban de ella—. Me gustaría estar contigo.

—Estoy contigo —respondió de inmediato, pero la vio negar—. Y te amo. También te amo, Anne.

—Quiero estar contigo... —tomó la mano de Larissa y la guió hasta uno de sus muslos, dejándola sobre él y obligándola a cerrarla con fuerza. Larissa sintió que su respiración se cortaba y la miró con sorpresa. Anne deslizó la mano más arriba aún, sin dejar de verla a los ojos—. Y huir lejos de aquí.

—Anne —escucharon a lo lejos.

Larissa retiró la mano de inmediato y respiró con profundidad en un intento de asimilar lo que Anne le había insinuado. Irguió su postura y bajó la mirada. Anne se puso de pie y se arregló el cabello, al igual que la pijama, esforzándose por parecer tranquila y deseando que el calor que estaba sintiendo en su rostro desapareciera.

—¿Si, padre? —respondió.

—¿Qué hacen aquí a estas horas? Acércate —Anne abrió más los ojos y por un momento desvió la mirada hacia Larissa, pero ella no la estaba viendo, sino que tenía la vista clavada en el pasto y jugaba nerviosa con la tela de su pijama—. ¿Volviste a tomar una botella de vino?

—Yo... —intentó defenderse, pero Ernest la silenció con una mirada sentenciadora. Desde la muerte de su madre, a ella le parecía que él simplemente la odiaba.

—Y tú —dijo dirigiéndose a Larissa—. ¿Permití que te quedaras solo para esto? Es una gran decepción, señorita Weems.

Larissa sintió que mil agujas atravesaban su pecho y no era capaz de alzar la vista. No podía ser posible que ahora Ernest tambien pensara igual que sus padres, que la viera como una decepción. A pesar de que en todos esos años le había demostrado lo buena estudiante que era. Pero al parecer eso no era suficiente para nadie.

—Ella no tiene la culpa, papá. La idea fue mía.

—Sí, pero ella debió detenerte. Pensé que era más sensata que tú —calló por un segundo y alternó su mirada entre ambas, hasta que volvió a ver a Anne y sus ojos destellaron con decepción—. ¿Qué crees que pensaría tu madre de ti en este momento, jovencita?

𝒟ℯ𝒿𝒶𝓂ℯ 𝒸𝓊𝒾𝒹𝒶𝓇 𝒹ℯ 𝓉𝒾  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora