Luna de miel [extra]

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ʀᴇᴄᴏᴍᴇɴᴅᴀᴄɪóɴ ᴍᴜsɪᴄᴀʟ:
«ʜᴀᴘᴘɪɴᴇss» - ᴛʜᴇ 1975


—Tengo náuseas —dijo Anne. Tanto su rostro como su nariz estaban arrugadas, y Larissa la miró con preocupación.

—No debiste comer tanto —le dijo—. Sabía que esto sucedería.

—¿Podrías acompañarme al baño en lugar de regañarme? —Larissa suspiró y la rodeó por los hombros para empezar a caminar.

Habían llegado a Roma el día anterior, y esa misma tarde Larissa quiso viajar a Nápoles, a pesar de que ambas estaban agotadas por el vuelo. Todo porque habían planeado tomar el primer ferri que saliera hacia la isla el día siguiente y no quería retrasarse ni un segundo. A veces, a Anne le estresaba lo perfeccionista que Larissa podía llegar a ser.

Y ahí estaban. En el ferri, casi corriendo en busca de un baño y arrastrando las maletas con ellas. Estaban sudorosas, con las mejillas rojas, deseando estar en la playa cuanto antes. Habían olvidado lo caluroso que era el verano en esas fechas.

Anne empujó la puerta con brusquedad mientras se esforzaba por reprimir el líquido que empezaba a subir por su garganta y se hincó ante el primer inodoro que vio libre. Larissa se acomodó en cuclillas a su lado para ayudarla a sujetarse el cabello y le armó un moño improvisado. Después, simplemente le frotó la espalda con suavidad, hasta que Anne terminó.

—¿Te sientes mejor? —ella solo asintió.

Estaba muy avergonzada y ligeramente mareada. Larissa la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. La guió hacia el lavabo y Anne se lavó las manos de inmediato, mientras Larissa humedecía el pañuelo que siempre cargaba para limpiarle los labios. Sonrió mientras lo hacía porque le causaba mucha ternura ver su rostro enrojecido

—¿Quieres agua?

—Solo para lavarme la boca —dijo con molestia—. Porque no quiero saber nada de comida ni bebidas. En esa taza quedaron hasta mis pecados —Larissa no pudo evitar reír y la abrazó—. Odio los barcos.

—Pues ya es muy tarde para cambiar el destino.

Larissa le entregó la botella de agua y ella tomó un poco para después escupirla. El resto del viaje tuvo que pasarlo sentada, sin poder ver el paisaje. Aunque le agradaba sentir la calidez de las corrientes de aire mezcladas con la sal del océano golpeando su rostro. Y cuando llegaron, Alessa ya las estaba esperando. Alzaba la mano y gritaba entre la multitud para que ellas pudieran verla, a pesar de que ya lo habían hecho.

—Demasiado extrovertida —murmuró Anne y Larissa rió.

—Es una buena persona a pesar de eso.

Benvenuto! —su voz chillona inundó el lugar y Anne reprimió una sonrisa al notar que todos la voltearon a ver con diversión—. ¿Cómo están? ¿Qué tal el viaje?

Extendió los brazos hacia Larissa y dejó un beso en cada mejilla, como ya era su costumbre. Y después hizo lo mismo con Anne. El auto estaba a unos pocos metros, pero se les hizo un poco difícil llegar a él debido a que había una gran multitud formada por las demás personas que también bajaban del ferri.

—Bien para mí, aunque para Anne no lo creo —dijo Larissa con sorna y ella le dio un ligero empujón con el hombro.

Larissa sintió que Anne se aferraba a su vestido y se detuvo un momento para tomarla de la mano. Sabía que empezaría a agobiarse por la gran cantidad de murmullos y ruidos que llegaban a ellas, así que debía hacerla sentir segura.

𝒟ℯ𝒿𝒶𝓂ℯ 𝒸𝓊𝒾𝒹𝒶𝓇 𝒹ℯ 𝓉𝒾  / ℒ𝒶𝓇𝒾𝓈𝓈𝒶 𝒲ℯℯ𝓂𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora