Capítulo 13.

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Liz.

La mañana siguiente me alcanza y me estiro en mi cama y no se porque tomo el teléfono para ver otra vez la foto de Oliver en pijama de panda, sonriente y destellando sus lindas Esmeraldas de ojos en el espejo, pero hay algo que me dañó por completo la noche e incluso más que lidiar con mi ex.

Tanto, que me arrepentí de escribirle en el acto a mi jefe cuando vi un brasier blanco tirado en la alfombra azul que se reflejaba atrás de él. 

No me quiero imaginar desde hace cuando está allí ni a quien le pertenece, de verdad que no. 

Me pongo mis pantuflas de peluche y salgo de mi habitación para encontrarme con Estela que desayuna una ensalada de frutas en la pequeña isla de la cocina trabajando en su portátil. 

—A la tuya le puse helado —me pasa un bowl colorido con realmente helado de vainilla —dicen que es bueno para la rupturas. 

—¿Todos los hombres son idiotas o solo los que se me cruzan? —me planto en la silla giratoria del borde —¿y como crees que voy a desayunar helado? 

—Noche difícil, eh —me contesta —oye hiciste bien en terminar con ese imbécil de una vez por todas. 

La noche anterior ya le dejé claro a Blake que lo nuestro ya no tenía remedio, que no iba a tolerar su estúpido jueguito con su profesora. 

—No, cosita —me súplica —lo nuestro no puede terminar así… 

—Blake, lo siento pero ya no hay nada que quiera de ti —le respondo exasperada. 

—¿Es por ese muñequito? —dramatiza más —no seas ridícula, él jamás se fijaría en alguien como tú, sin gracia, desabrida y para él colmo una amargada. 

Mi cara se descompone con indignación y no mido mi fuerza cuando abro mi palma y se la estampo en su estúpida cara. 

—¡Pues ese ya no es problema tuyo! —le gruño señalandole la puerta —¡ahora largate de mi piso y revuelcate con quien se te de la gana!

—Te vas arrepentir de esto, Liz Evans. 

—¡Largo! —vuelvo a gruñir —¡No te quiero volver a ver!. 

Él muy imbécil se largó, pero me dejó con esa espina en el ego que me hizo escribirle a Oliver para demostrarme a mí misma que claro que puedo hacer que se fije en mí. 

Ya nos besamos, eso es algo. 

—No lo digo por él, sino por… —vuelvo a la conversación con mi amiga —por un estúpido que cree que las mujeres solo somos para pasar el rato. 

Me quejo y ella me arruga el cejo. 

—¿De quién hablas?.

—De nadie, me comeré mi fruta con helado —le respondo conteniendo lo que me está carcomiendo por dentro —¿de verdad soy desabrida y amargada? 

Le suelto a mi amiga y espero que sea sincera. 

—No, claro que no Liz —me rueda los ojos —Eres una pesada cuando quieres, pero también sueles ser muy divertida y por eso eres mi rommie favorita. 

—Soy la única que tienes, tonta. 

Soltamos unas risitas y continuamos desayunando, quedamos con Estela en ir al parque que queda cerca de nuestra residencia para hacer un picni para ponernos al día con nuestras clases. 

Me voy arreglar a mi habitación mientras ella arma la canasta con más fruta y me dispongo a guardar mis cosas en mi bolsa donde guardo todo para estudiar pero de repente mi celular vibra en mi mesita de noche. 

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora