Capítulo 8.

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Oliver. 

—Margareth dígale a Liz que venga a mi oficina, por favor —le pido por el intercomunicador a mi secretaria.

—Enseguida, señor —me responde. 

No se que me pasa con esa mujer, nunca había ido detrás de una hasta anoche que me mantuvo como un estúpido siguiéndole, pero simplemente se subió al bendito taxi antes de que pudiera alcanzarla.

Espabilé dándome cuenta de lo que había hecho y me devolví a la oficina donde Fanny me esperaba con un coñac a las rocas que rechacé. 

—Cariño ¿que pasa? —inquirió ella un poco inquieta apartando el trago —¿porque seguiste a esa muchacha? 

Y quisiera haber tenido una respuesta clara, acepto que si me gusta al punto de deseara, pero sigo sin entender el impulso. 

No mentí cuando dije que he imaginado como saben sus labios y como sería tocarla al igual que muchas mujeres que se me han cruzado, pero con ella es diferente. 

Se lo atribuyo al hecho de que a diferencia de las otras ella no me adula, no alardea de mis obras o premios para coquetearme… 

Ayer se derritió por mi, lo pude ver mientras la tenía en mis piernas a punto de darle una beso pero no me es suficiente. 

—¿Si? —ingresa Liz a mi oficina, sin siquiera tocar como cosa rara. 

Luce un vestido clásico blanco con tacones rosados bajo de tiras, me quedo como idiota reparandola con su cabello castaño alaciado y luce un maquillaje que resalta la elegancia de sus facciones.

—Cierra, por favor —le pido al percatarme que deja la puerta abierta. 

—Hoy tenemos dos reuniones con clientes y… —hace caso omiso a lo que le pedí alzando su tablet a la altura de su pecho —uno nos espera en el terreno escogido. 

—Genial —le respondo levantándome del escritorio para ir hacia la puerta que cierro —¿Por eso te arreglaste así o…?. 

Me apoyo de espalda en la entrada con los brazos cruzados. 

—No se que insinúa —se endereza en su puesto —pero si le parezco muy arreglada así es porque tengo una cita. 

Me informa haciéndome fruncir el cejo y luego esbozar una sonrisa detrás de ella. 

¿Me va a invitar a una cita?. 

Es algo a lo que no me negaría. 

—¿Se puede saber con quien es la cita? —inquiero con coqueteo. 

—Pues no creo que sea de su interés, pero es con mi novio —la sonrisa se me borra inmediatamente de la cara. 

—Pensé que lo habían dejado —emito con el cuerpo tenso solo de acordarme del imbécil ese. 

—Si, algo así… —evade darme explicaciones —ahora, volviendo a las reuniones… 

—No me creo que hayas vuelto con ese tipo después de lo que te hizo —la interrumpo. 

—Con todo respeto señor, eso a usted no le compete porque es mi vida personal —refuta —por otro lado, creo que debería enfocarse en las reuniones de hoy ya que son muy importantes… 

—Claro —me devuelvo a mi silla giratoria de mi escritorio —muestrame la presentación. 

Le pido y empieza a buscar en su aparato que me termina entregando. 

Reviso y todo está muy bien detallado. 

—Excelente, retírate —le devuelvo la tableta. 

—¿A qué hora salimos? —me consulta algo nerviosa.

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