Capítulo 30

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Olíver

Liz realiza los últimos trazos en los planos qué tenemos que presentar y me los enseña bien orgullosa.

—Me encanta y te lo digo como tu jefe y no como tu novio… —le aclaro. 

—¿Y como mi novio que me dirías? —cuestiona divertida sentándose en mi regazo. 

—Que me encanta como tú —respondí y me gano un beso. 

—Busquen un cuarto, calenturientos —se queja su hermanita que acaba de subir. 

Según me dijo Liz, sus padres aprovecharon para visitar a unos amigos y la dejaron a cargo de ella. 

Cuando me preguntó ni lo dudé, le estoy agradecido a esa niña. Jamás se me hubiera cruzado por la cabeza hacerle lo mismo a Fanny. 

¿Me arrepiento? No. 

—¿Qué pasó, pequeña?. 

—Tengo hambre y ni siquiera tienes una máquina dispensadora —se queja. 

—Lo siento, pero es un ambiente de gente adulta que solo toman café, más no una primaria de elfos. 

La molesto y me rueda los ojos a la vez que su hermana me da represivo golpe en el hombro. 

—Vale, pídele a Maggie lo que quieras comer —le digo —el delivery corre por mi cuenta. 

—Vez, por eso me agradas tortolito —Sonríe satisfecha. 

—Ay no, ¿tan enamorado me veo?

La expresión sale de golpe de mi boca sorprendiendome a mi y a la chica que mantengo en mis piernas. 

Nos miramos con perplejidad, pero luego me alivia que curve una sonrisa mientras sus ojos brillan más que nunca. 

—Voy por mi comida… —culmina de decir la niña quien se gira con desesperación y termina chocando con mi hermano quien venía subiendo. 

—¡Cuidado! —él alzó sus manos para no regar el café que traía en mano.

—¡Perdón! —la niña grita siguiendo rápido su camino entre risas. 

—¿Ahora somos guardería? —se queja divertido. 

—Oye, más respeto que es mi cuñada —me mofo mientras Liz se levanta. 

—Y nuestra salvadora…. —añade ella. 

—¿A que te refieres? —inquiere él. 

—A que gracias a ella pudimos lograr que Fanny me devolviera mis acciones —le informo —ella fue la de la brillante idea de los documentos. 

—Vaya, bueno como sea me alegra que hayas podido recuperar tu empresa —se me acerca y me palmea el hombro —así me voy más tranquilo… 

—¿Cómo que te vas? —le cuestiono. 

—Si, las clases y el trabajo me van a volver loco —me le río —y las vacaciones se me acabaron.

—Y eso que apenas estas iniciando —ahora yo le doy palmadas en su hombros. 

—Lamento no poder estar en la cena —concluye —pero por mi parte eres bienvenida, cuñada. 

Se dirije a mi novia. 

—Muchas gracias, espero que nos visites más seguido —le contesta ella algo nerviosa —¿algún consejo para tratar con tus padres?. 

—Te adoraran —le asegura —Solo se tu misma. 

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora