Capítulo 20.

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Oliver.

Liz juguetea con la comida poniendo una fresa en su boca. Sonriente le tomo las mejillas y la muerdo dejando un beso en su boca. 

Odio ver la marca en su labio que por más que cubra con maquillaje se nota por la leve hinchazón.  

No quiero dañar el momento, pero… 

—¿Volvió? —le inquiero borrando su cálida sonrisa. 

Asiente y mi pecho se contrae del coraje. 

Que hijo de puta. 

—Esta mañana, pero lo eché —me informa —le dejé bien claro que no quiero saber nada más de él. 

—Creo que deberías considerar una orden de alejamiento. 

—Si sigue molestando, tomaré esas medidas. 

Le acaricio la mejilla y deslizo mi dedo por su labio lastimado. 

—No me duele —me asegura —tus besos han sido curativos. 

Sonrio como idiota y aún más cuando se me sube a horcajadas encima de mi regazo, tomando mi rostro. 

—Liz… —se me sale un gemido. 

—Que bien suena mi nombre salido de tu garganta —susurró. 

—Al menos que estés dispuesta a dármelo todo te sugiero que te bajes de mi —le digo en el mismo tono.

—Quiero hacerlo —suspira pegando si frente a la mía —pero no quiero que esto solo se quede en tu cama. 

Su aflicción es evidente. 

—¿Quieres que terminemos con esto? —le pregunto con la punzada en el pecho. 

Joder, di que no… 

Suplico por primera vez en mis adentros cuando lo que siempre pido es que no me toquen chicas intensas que se ilusionan a la primera sonrisa o mirada que les doy. 

Ella niega con la cabeza para luego juntar nuestros labios. 

Mis manos bajan hasta sus muslos elevando un poco el pliegue de su vestido jean a medida que los frotó con nesecidad. 

—Olí… —jadea separándose de mi boca. 

—¿Si? —detengo mis movimientos. 

—¿Porque tienes que ser tan atractivo? —se queja y suelto a reírme —¿no podrías ser un canoso cuarentón con barriga cervecera? 

—Te apuesto que aún así te seguiría gustando —le respondo y me rueda los ojos. 

—Creo que mejor seguimos comiendo. 

—Define comida … —la molesto 

Se baja de mí, la miro muy sonrojada y a mi el calor me sofoca. 

—Eres cruel ¿lo sabías?. 

Me meto mas fresas a la boca mientras doy la señal para que bajen las persianas y así proyectar la película a la vez que nos traen más piqueos. 

—Lo siento, pero no soy tan fácil —se recuesta en la manta en la que  estamos —al menos no a como debes estar acostumbrado. 

Se cruza de brazos y me frunce los labios coqueta mientras todo se oscurece a nuestro alrededor cuando la giras capa cubre el tejado del campo. 

Es una medida para cuando llueve y los clientes quieren jugar solo que ahora se abstienen de encender las luces. 

Me acuesto a su lado sin poder dejar de mirarla, la silueta poco iluminada de su perfil es realmente perfecta. 

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora