Capítulo 16.

1.2K 95 4
                                    

Oliver.

Hace tres horas que dejé a Liz en su residencia y ya Margareth me hizo la reservación del restaurante que le pedí con las indicaciones exactas de lo que quiero. 

Salgo de la ducha y me coloco la toalla para pararme frente al espejo. Me pongo mi crema de afeitar en toda mi barba mientras rememoro el día que tuvimos en el parque. 

Fue extraño, pero no me incómodo en lo absoluto

Sonrio como idiota al recordar sus besos. Son tan tiernos, pero con la dosis de pasión que a mí me gusta. 

Termino por esparcir mi loción en mis  mejillas para calmar la irritación y me voy directo a mi armario para buscar lo que me voy a poner. 

Elijo un traje azul y evito la corbata y el saco para diferenciar que es una reunión social y no de negocio. 

—¡Oliver! —escucho que me llaman abajo en mi living. 

Carajo, mal momento Fanny. 

Me pongo los zapatos y bajo lo más rápido que puedo y la encuentro en mi cocina acomodando unos rollos de sushi y una botella de vino. 

—¿Vas a salir? —pregunta al verme casi arreglado. 

—Si —le confirmo —¿Qué hace aquí?. 

—¿A dónde y con quién? —inquiere entre dientes. 

—Con una persona —digo con sarcasmo. 

Me apreta la mandíbula algo molesta. 

—¿Es una mujer?. 

—Si ¿celosa? —obviamente no le hizo gracia. 

—Eres un idiota, agradece que te tengo paciencia —me gruñe. 

¿Ella me tiene paciencia a mi?.

Pero si soy yo la he soportado sus celos y arrebatos. 

—Fanny, cariño —le tomo sus mejillas —déjame disfrutar la vida ¿quieres?. 

—No, ya estoy cansada de tener que espantar a las mustias esas —espeta zafandose de mi agarre —¿quién es ahora?. 

—No te mortifiques con eso y deja los malditos celos porque tú y yo no somos nada —le recuerdo. 

—Claro, yo no significo nada para ti —reprocha. 

—No quise decir eso  —le respondo hastiado —trabajamos juntos y la pasamos bien cuando se nos da la gana, pero nada más. 

Su semblante cambia drásticamente y se me acerca con una sonrisa pícara. 

—Exacto, la pasamos muy bien juntos —se me engancha del cuello y empieza a dejar besos en esa área —creo que hay que recordártelo… 

Sus manos bajan a mi camisa que desabotona lentamente. 

—Fanny… —jadeo. 

—¿Si, cariño? —ahora se va mis labios haciéndome tratar grueso. 

—Basta… —le tomo las manos cuando se bajan a la bragueta de mi pantalón —por favor, vete. 

—Nunca me habías echado —balbucea algo asombrada. 

—No lo veas así, solo que esta noche no podré pasar contigo —dejo un beso en su coronilla. 

—Por favor, no te vayas —me pide —sea quien sea no puede ser más importante que yo. 

—Lo siento mucho —no la quiero seguir lastimando mas así que esto será lo mejor para que entienda que no le podré dar lo que desea. 

—Pues jodete —me da un empujón y agarra su bolso, furiosa —pero que te quede claro que esto no se va a quedar así, me vas a pagar tu desprecio…

Advierte y se termina yendo, mi puerta resiente su ira con el portazo que da. 

Me devuelvo a la habitación negando y me termino de arreglar. 

Salgo de allí con una presión en el estómago que no había sentido nunca y se iba intensificando a medida que me iba acercando a la residencia de Liz. 

¿Porque carajo estoy tan nervioso? 

Ni que fuera la primera vez que salgo con una mujer. 2

Me bajo y me encamino hasta su piso donde toco la puerta. 

—Pase usted, señor —me abre emocionada su amiga —¡Liz!. 

Le grita y rio, pero no se si estoy listo para salir con una universitaria. 

—Un segundo —responden y mis dudas se despejan cuando Liz sale del que asumo y es su cuarto con un vestido de tirantes rojo que le llega un poco más abajo de sus muslos y le permiten lucir sus piernas con los tacones dorados. 

Luce el cabello planchado y su rostro denota mas brillo que nunca con el maquillaje que le favorece a sus facciones elegantes. 

Me quedo idiotizado cuando me sonríe mientras se cubre con el saco que le regalé. 

—¿Y qué tal? —alardea poniendo una mano en su cadera. 

Le ofrezco mi mano y dejo un beso en su dorso.

—Luces increíble… —espabilo un poco —insisto en que te queda mucho mejor a ti.

Suelta una risita nerviosa. 

—Tú también te ves bien —su rubor se enciende un poco en sus mejillas. 

—Si, si. Todos aquí somos guapos —se mofa Estela —ahora váyanse antes de que se les haga tarde. 

Asiento y le ofrezco mi brazo a Liz para que se enganche de el. 

Lo hace y salimos de allí, su dulce perfume llega a mi olfato y por Dios, que ganas de sentirlo más cerca. 

Llegamos al restaurante 5 estrellas que reservé y nos detenemos en la recepción. 

—¿Señor Moore? —consulta la recepcionista con smoking de chaleco dorado y le asiento —Adelante, su mesa está lista. 

Con una gran sonrisa nos guía hasta la mesa que está en el centro del lugar con lámparas sostificadas de vidrio y comedores enmantelados con una tela fina blanca y silla de bordes dorados. 

—¿Porque no hay nadie más aquí? —inquiere extrañada la elfa —¿digo, no debería haber más clientes?. 

—Bueno, nuestro establecimiento y servicios fueron reservados exclusivamente para la pareja de esta noche —responde por mí quien nos atiende mientras la mujer que llevo enganchada del brazo desde que nos bajamos me mira algo incrédula. 

—Ventajas de haberlo diseñado y que el dueño sea un gran amigo —me encojo de hombro y me aparto para arrastrarle la silla y que se siente. 

Sigue con la misma expresión perpleja cuando se acomoda en la mesa junto a su bolso dorado cuelga en su silla.

—¿Enserio reservaste todo esto para nosotros?. 

—Si…—me siento maldiciendome por eso, ha de pensar que soy un intenso o un psicópata con quien sabe qué intenciones

Sonríe después de aclarar su garganta, lo que me alivia porque me augura que no saldrá huyendo. 

—Me gusta tener mucha privacidad.

Asiente como si lo aprobara y nos entregan las cartas con el menú que ella empieza a ojear y la imito para no crear un ambiente incómodo. 

Carajo, ¿porque estoy tan nervioso?. 

—Por lo pronto traiganos su mejor vino, porfavor —pido.

Ella sigue muy concentrada viendo el menú mientras me froto el cuello. 

—la pasta de la casa —ordena de repente. 

—Lo mismo para mí —entrego los menús y segundos después otro mesero trae el vino tinto que sirve en las copas que ya estaban acomodadas en la mesa. 

—Salud —brindo. 

—Salud —repite chocando nuestras copas.












Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora