Capítulo 14.

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Oliver. 

Veo con más concentración de la necesaria lo que la elfa está estudiando por encima de su hombro.

—Asi no me puedo concentrar —se queja. 

—Perdona, es que esos temas no nos dieron en la universidad —le respondo rodeandola para sentarme frente a ella. 

—Si, ya se que su generación fue diferente. 

—¿Me está llamando viejo?. 

—Usted lo insinuó… —me rueda los ojos y que ganas de quitarle ese gesto a mi modo. 

—Mejor almorcemos.

Reviso en la canasta que dejó su amiga y veo que hay unos sanduches de queso. 

Ella aparta su computadora y le paso una mitad mientras ella saca dos latas de coca cola. 

—No creo que esto sea un buen almuerzo… —la riño. 

—Cosas de foráneos, la comida no es lo nuestro —me responde dándole un mordisco a su pan —además, es sábado. 

—Vale… —no pienso discutir su alimentación —oye, lo de anoche…

—Perdón, no debí escribirle —se disculpa esta vez —en especial porque quizás estaba ocupado… 

—¿De qué hablas? —mi cejo se frunce por su sutil reproche. 

—¿No ha visto la foto que me envió?. 

Niego y rápidamente suelto el pan para sacar mi teléfono y detallo la foto, pero no le veo nada raro. 

—En la alfombra… —me indica ella y me percato del sostén que se le olvidó a Fanny. 

—Eso no es mío… 

—Obviamente, no lo es —sigue comiendo como si nada, pero su sello en su frente la delata. 

—Es de una amiga… 

—No me tiene que dar explicaciones —se encoje de hombros. 

—Oye, soy un hombre soltero —me defiendo y creo que solo empeoro la situación. 

—Que bien por usted. 

—¿Estás celosa? —inquiero ocultando una risita. 

—No, pero no entiendo qué hace aquí si ya tiene amigas con las que pasar el tiempo. 

Ahora no oculto mi sonrisa de verla así.

—No se, últimamente no puedo sacarte de mi mente y tengo una absurda necesidad de hacerte arrugar justamente así tu frente. 

Su sello de amargura se le vuelve a marcar con más presión cuando junta sus dos cejas y termina poniéndome los ojos en blanco. 

—Yo tampoco puedo dejar de pensar en usted —confiesa y me atraganto con la soda que me empinaba —pero ni se emocione que no es por lo que puede estar pensando. 

¿Qué? 

—¿ah, no?. 

—No —contesta —¿sabe que más me dijo Blake?. 

Casi regurtijo lo que comí con ese nombre. 

—¿Qué te dijo? —me arrastro un poco en el mantel para acortar el espacio entre nosotros. 

—Que alguien como usted jamás se fijaría en mí. 

Pero que jodido imbécil, si supiera como me tiene no sacaría tanta sandeces de su boca. 

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora