Capítulo 15.

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Liz. 

Acaricio el cabello de Oliver mientras estudio. Él se mantiene en mi regazo y yo leo unos folletos de unas de mis materias.

—¿Ya terminaste? —pregunta. 

—No, pero si tan aburrido estás puedes irte —le respondo.

—¿Y perderme de tu compañía? —me roza la nariz con la yema de su dedo —¿como se te ocurre?. 

—Ya, dejame estudiar porfavor —me quejo. 

—Bueno, pero hay algo que debes saber de mi… 

—Adivino, eres un hombre que necesita atención de las demás personas para subsistir ¿verdad?. 

—No, no necesito la atención de las demás personas —me responde bajando una ceja —quiero tú atención, querida elfa. 

No se si darle una bofetada o un beso. 

—¿Sabes cuánto tiempo ha pasado del último beso que nos dimos? —se queja y arrugo el cejo —¡una hora! 

Me hace reír, jamás me imaginé que mi jefe estaría haciendo berrinche por un beso. 

Aparto un poco las hojas y me inclino para besarlo mientras continúa en mis piernas. 

—¿Feliz?. 

—haber, otro por interesés de tiempo. 

Me hace sonreír como idiota otra vez y termino depositando otro beso en sus labios… 

Sus manos toman mis mejillas para atraerme más hacia él, pierdo el equilibrio y termino cayendo encima suyo entre risas. 

—Oye, cuéntame más de ti… 

Pregunta cuando quedo contra su pecho acostados en la manta que ya está arrugada.

—¿Quieres saber si de verdad duermo con pijamas de flores?. 

—Seguro, me imagino que debes tener una gran colección —se mofa.  

—Pues no tengo una de osos panda —le contesto —¿me regalarías la tuya?. 

—No, porque eso significaría que te dejaría libre. 

Arrugo la frente y demoro en entender que se refiere a la teoría del mundo mágico que si le regalas a un elfo una prenda le dan la libertad. 

—En ese caso ya me liberaste al regalarme tu saco —le recuerdo —creo que esta noche saldré a disfrutar de mi soltería y libertad. 

Mi broma como que no le hizo mucha gracia por su cara. 

—Estaba jugando… —trato de arreglarlo o me quedaré sin ligue. 

—Vale… —me responde —hagamos algo, si llegase el momento en el que alguno de los dos quiera terminar con esto nos regalaremos una prenda de vestir. 

—Me gusta, así sabríamos que quedamos en libertad para seguir con nuestras vidas. 

—Exacto, querida elfa —acaricia la punta de mi nariz con su dedo —así se acabaría el trato de exclusividad. 

¿Exclusividad? ¿Entonces si va enserio?. 

Yo solo quiero probarle al idiota de Blake que como Oliver dijo, puedo tener al hombre que quiera y si le pedí que no anduviera con alguien más es porque por alguna razón me fastidia verlo con la idiota esa de su socia. 

No puedo creer que lo admita, pero si, me molesta saber que se cree su dueña. 

—Bueno, yo tengo un par de años viviendo aquí en la gran ciudad de Toronto —respondo a la última petición que me hizo —tengo una hermana menor y me quiero especializar en interiorismo. 

—Interesante… 

—¿Y tú?. 

—Bueno, yo he vivido aquí toda mi vida y mis padres son empresarios lo que me facilitó las conexiones para construir mis proyectos —dice con simplismo —también tengo un hermano menor, quizás podamos presentarlos ¿te imaginas las citas dobles que tendríamos?.

Bromea. 

—No creo que esa sea una buena idea —le advierto de inmediato —Luz apenas tiene 13 años. 

—Oh, bueno —contesta —se cancelan las citas dobles. 

Le ruedo los ojos. 

—Oye, no hagas eso —se queja —me afecta… 

—¿Cómo? —ya se atrofió de tanto aire libre. 

—Que aprovecharé nuestra…—hace una pausa —sea lo sea que tengamos, para quitarte esa manía de blanquear los ojos a las personas. 

Se inclina para darme un pequeño beso. 

—¿Y cómo harías eso? —inquiero algo sonrojada. 

—Acompañame a mi departamento si lo quieres descubrir… —esboza una sonrisa burlesca mientras me aparta suavemente para levantarse. 

Me estira su mano, pero impulsándome de mis piernas me levanto sola. 

—Gracias, pero no —le digo —mi amiga me debe estar esperando, luego seguiré estudiando.

Si cree que caeré tan fácil, se equivoca. 

—Vale, te dejo en tu residencia. 

—Gracias —empiezo a recoger todo con su ayuda y llevamos las cosas directamente a su auto.

Abre la cajuela y guardamos todos los implementos de acampar, luego tiene el gesto de abrirme la puerta del copiloto.

Entro al carro y él hace lo mismo poniéndose al volante. 

—Me divertí, deberíamos repetirlo —comenta de repente. 

—Seguro —ironizo y lo nota. 

—Es enserio —alega —por lo general mis citas son en restaurantes o bares exclusivos, pero un picnic al aire libre en el parque fue refrescante… 

—Ok… —me cruzo de brazos —¿y quien le dijo que esto fue una cita?. 

Me frunce los labios con mofa y no lo soporto. 

—¿Entonces no fue una cita? —se burla.

—No, esas son para las personas que salen de verdad. 

—¿Y si te invito a una, saldrías conmigo de verdad? —mi pecho baila por dentro, pero trato de contener la emoción. 

—Tal vez…

—Bueno, esta noche paso por ti… —detiene la marcha frente a mi edificio que no se que en momento llegamos.

Asiento como una tonta con el estómago revoleteandome y las mejillas ardiendome.

—Deber ser por el sol del parque —me excuso por la sonrisita burlona que suelta.

—Oye… ¿no te olvidas de algo? —me detiene cuando me dispongo a bajarme. 

Me estira los labios en señal de beso, pero los míos se posan en su mejilla. 

—Hasta la noche —le sonrío y me asusta la emoción con la que lo hago —dígale a mi jefe que estaré ocupada poniéndome guapa para una cita así que no estaré disponible. 

Se ríe. 

—Descuida, él lo entenderá y no te molestará más —me responde guiñando un ojo.

Me bajo de su auto y me dirijo a mi piso como si mis pies levitaran en el suelo con una sonrisa idiota en la cara que ni Blake generaba en mi pese a los dos años que estuvimos juntos. 

Ay, Dios mio ¿habré hecho bien en aceptar una cita con m jefe?

Relajate, seguro te aburrirás pronto de él, saldrá con otras y lo agradecerás cuando confirmes lo fáciles que son los hombres.







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