Capítulo 3.

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Oliver

Luego de una buena escapada al departamento de Fanny entre sushi y vino paso a mi oficina cuando el reloj me anuncia que son pasadas de las diez de la noche por lo que ya todo en la empresa está cerrado y todas las luces están apagadas excepto las de arriba.

Me apresuro en subir para ver quién está aquí a estas horas y me encuentro con la sorpresa de que la señorita Liz está dormida con los brazos y cabeza apoyada sobre el cubículo en donde la dejé en la tarde.

No se porque pero me quedo admirandola y no puedo creer que sea la misma chica que entró a mi oficina completamente indignada, así se ve tan apacible, tan…

—Si me llega a tocar, le juro que lo demando —balbucea adormilada sin abrir los ojos haciéndome expandir los míos —¿que hora es?

Pregunta y carraspeo antes de mirar mi reloj.

—La diez y cuarto —le informo y se levanta para restregandose los ojos —¿se puede saber que hace aquí a esta hora señorita Evans?

Bosteza pareciéndome lo más tierno del mundo y me yergo para espantar a las extrañas sensaciones que no sé de donde salieron.

—No quise irme sin terminar el diseño y me he quedado dormida —me explica —Es que mañana tendremos presentaciones finales en la universidad y no tendré mucho tiempo.

—ok…

—Pero no lo tome a mal, ahora que culmine el semestre me dedicaré de lleno a la empresa y esto no volverá a pasar —asegura peinandose su cabello con sus dedos.

Al terminar de hacerlo veo que sus ojeras se han manchado de negro, me gana el impulso de acercarme y pasar mis yemas para limpiarla y me alivia que no se oponga aunque si se tensa, lo puedo sentir, es como si su cuerpo se estremeciera y lo se porque me pasa lo mismo cuando mi mano se baja y se mantiene en su mejilla.

—Lo ves, te he tocado y no te has muerto por eso.

Me barre el brazo con algo de desdén y se dispone a organizar las cosas del cubículo.

—Estaré pendiente de las correcciones —comienza a enrollar su diseño que me termina entregando.

—Seguro, lo revisaré apenas llegue a mi departamento pero recuerda que si no me convence…

—Si ya se, me iré de su distinguida empresa —me rueda los ojos y no puedo evitar sonreír.

—Ve y descansa, éxito en tu presentación querida Elfa —la dejo todavía organizándose para irse mientras yo bajo a mi oficina.

Apago mi computadora luego de guardar los archivos que necesito para la presentación de mañana, también alzo los demás materiales que no usé y vuelvo a salir y mi mirada se desvía a la parte de arriba donde ya todo está a oscuras.

Ya se fue.

Una vez afuera me extraño al ver una figura femenina que enseguida reconozco abrigandose con sus brazos en la vereda.

—¿Liz? —La llamo y se voltea —¿Qué haces ahí?

—Espero a un taxi, amo —el último termino lo ironiza.

—Tonterías, vamos que yo te llevo.

—No hace falta que se moleste.

—No es molestia y ya te pedí que me tutés.

Se queda dubitativa por unos segundos mirando para todos lados y podría jurar que ruega porque el bendito taxi aparezca.

—Es una orden, vamos —me impongo cuando veo que sigue sin ceder.

—Esta bien, ya cancelo la ruta —Toma su celular y empieza a monitorearlo mientras nos encaminamos a mi carro que es un Audi descapotable negro metalizado.

Le abro la puerta del mismo pero dicha acción parece que le ofendió más por la mirada que me echa pero se termina montando y poniéndose el cinturón de seguridad.

Yo hago lo mismo en el puesto del piloto y emprendo la marcha hacia la dirección que me indica.

—¿Puedes despegarte de ese aparato por unos segundos y socializar con el humano que tienes al lado? —me quejo al ver que no lo ha soltado desde que se subió.

—Disculpa, tengo que organizarme con mis compañeros y aun no hemos acabado —En su voz se puede percibir los altos niveles de estrés.

—De acuerdo, te disculpo sólo porque se lo que se siente tener que presentar tus proyectos finales en la carrera.

—Si, debe ser un alivio ya tener su título y un gran renombre en la industria arquitectónica.

—No creas, los proyectos reales y clientes reales van a ser mucho más molestos que los profesores.

—¿intentas amedrentarme? —me frunce los labios haciendome reír.

—Claro que no —respondo riéndome —baja la guardia por unos segundos que no todo es trabajo.

—No es que esté en guardia, solo me gusta hacer las cosas bien y callarle la boca a jefes que cuestionan tus capacidades por tu físico —alega.

Indirecta captada.

El resto del camino ella sigue pegada a su teléfono y yo trato de no desviar mis ojos a los muslos que se enmarcan a mi lado hasta que estaciono mi carro a las afueras de una  gran residencia universitaria.

—Muchas gracias —intenta bajarse pero al parecer el broche del cinturón de seguridad se le atoro porque lucha por abrirlo.

—Permiteme —me inclino para ayudarle pero algo choca en mi pecho dejándonos pasmados cuando nuestros rostros quedan tan cerca que su aliento calienta mis labios, puedo sentir como su respiración se ha acelerado y su rico aroma floral deleita a mi olfato.

—Buenas noches —Articula ella una vez que he logrado liberar el cinturón.

—Buenas noches —logro apartarme para que se pueda bajar.

¿Que carajos fue eso?.

Me quedo impresionado y confundido mientras veo como se aleja y entra a su edificio.

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora