Capítulo 33

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Liz

Me despierto sola en mi cama y un poco desorientada me levanto al no sentir a mi novio a mi lado.

—Amor ¿Estás en el baño? —elevé un poco la voz para que llegue a escuchar, pero no tengo respuesta.

Me pongo su camisa que estaba en el respaldo de la cama lo que me indica que no se ha ido y salgo a la sala a buscarlo.

Oliver se encuentra preparando el desayuno en la cocina. 

Huele a quemado y tengo que contener la carcajada cuando pone el tocino en el sarten y este chilla haciéndolo retroceder. Luego, dos panes casi carbonizados salen de la tostadora humeando. 

—Carajo —refunfuña. 

—¿Qué haces? —pregunto y jadeó de la sorpresa. 

—Un intento de desayuno —me responde suspirando —Buenos días, se supone que yo te debería despertar más tarde. 

Veo la hora en la pared y apenas son las 6 de la mañana. 

Le niego divertida. 

—Buenos días —Lo abrazo por detrás apoyando mi mentón en su hombro desnudo —No sabia que cocinaras. 

—Te lo juro que si sé, pero tu me pones nervioso, elfa. 

—¿Y porque, si no muerdo… ? —mordisqueo su oreja.

—Porque quiero que sea todo perfecto como tú —su sonrisa encantadora me derrite y me hace sonrojar. 

—Yo no soy perfecta —contradigo.

—A ver y yo cateo eso —Se da la media vuelta y me acorrala en la pared de enfrente. 

Junta nuestro labios y entrelaza nuestras piernas para pegarnos más tomando mis glúteos. 

—Oye, Katia nos puede ver —le recuerdo jadeante y solo se me ríe. 

—Mejor me enfoco en el desayuno —se aparta para volver al sartén. 

—Rápido, señor —me le burlo mientras me voy a esperarlo en el mueble —que tengo hambre. 

—Que mandona —se queja divertido. 

Termina por servirme dos huevos fritos con los tocinos crujientes, un plato de fruta y una taza de café que agradezco a esta hora.

—Está muy sabroso todo —Lo felicito. 

—Gracias —él solo se sirve un poco de café —ahora su pastilla de hierro. 

Me recuerda y le hago una mueca cuando me pasa el frasco qué estabas en el mesón de la cocina.

Saco una de las gigantes píldoras, para mi lo son, y me la paso con un poco de agua qué me sirve en un vaso, él me premia con un beso en la frente y se sienta a mi lado.

—Cariño, si el imbécil de Blake o Fsnny te molestan tienes que decírmelo. 

—Gracias amor, pero yo me puedo defender sola —le dejo claro  saboreando el mal sabor del hierro. 

—No tengo duda de eso, pero ellos tienen que tener claro que no estás sola —alega —que no voy a permitir que se quieran imponer en mi empresa y hacer lo que se les de la gana. 

Solo le asiento acariciando su mejilla. 

—Buenos días, chicos —aparece Estela rascándose la cabeza con pereza y bostezando —Gracias por no dejarme dormir. 

Se queja y frunzo el cejo. 

—¿Y nosotros que tenemos que ver con eso? —inquiero. 

—Amiga, te quiero —me rueda los ojos —pero tus gemidos, gritos y el rechinar de tu cama no son precisamente sonidos relajantes. 

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora