Capítulo 2.

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Oliver

Sigo sin superar que mi nueva asistente que no es más que una pasante a la que le falta bastante para graduarse haya irrumpido en mi oficina como si nada, pero el punto positivo es que no es ninguna nerd, al menos no físicamente, ya que me imaginaba a una desaliñada chica con traje semiformal y gafas transparentes completamente afanada por recitar todo lo que sabe como la última que estuvo aquí.
Eso es otra cosa positiva, porque la señorita Evans quizás no estará afanada pero si determinada en demostrarme sus conocimientos y capacidades en el mundo creativo de la arquitectura.

Más le vale porque hablé enserio al decir que si no me gusta sus aptitudes va a tener que buscar otro lugar porque mi empresa ha mantenido una excelente reputación como para darme el lujo de que una pasante la dañe.

Desplazo las cortinas de mi oficina y unos ojos amielados se encontraron conmigo mirándome con desdén provocándome una sonrisa que trató de disimular.

Está sentada al lado de Margareth, mi secretaria ayudándole con no se que papeleo, contratos seguramente, luciendo un vestido tubo azul marino de mangas cortas.

Tomo mis tubos porta planos y mi juego de geometría para irme a la segunda planta, a los cubículos con mesas de dibujo a corregir unos cuantos detalles del edificio de una multinacional que se va asentar aquí en la cuidad.

—Acompáñame —le pido sin detenerme a la señorita Evans.

—Si —se levanta rápido acomodándose el vestido.

—¿Si que? —la molesto y suspira.

—Si. a.mo —arrastra cada sílaba con divertido enojo.

Subimos por las escaleras y noto que tambalea agarrándose del pasamanos pero se repone muy rápido.

—¿Se siente bien, señorita? —le pregunto deteniéndome.

—Si, continúe porfavor.

Me pide y dejo que me rebase haciéndole el gesto con mi brazo de que siga adelante, mi sentido olfativo capta el ligero olor a rosa que deja cuando pasa por mi lado sin poder evitar inhalarlo sutilmente.

—Bien, siéntate en una de las mesas y comienza a dibujar una villa con paisajismo incluido —demando al llegar arriba —es dentro de una urbanización con doble jacuzzi —le doy las referencia del lugar —si tu diseño me gusta tanto como tú el proyecto es tuyo.

—¿Disculpe? —exclama —¿que dijo?.

Y si, debe admitir que por muy altanera que que haya portado no le quita lo bella y llamó mi atención apenas entró a mi despacho, dudo que me haga caso pero al menos me podre divertir con ella en su estadía aquí.

—Qué sí me gusta tu trabajo se lo propondré al cliente, si no te vas —le recalco —consideralo tu prueba de fuego para quedarte aquí.

—Ok…, está bien —me responde algo… ¿nerviosa? —esto significa que de esto depende si me da un calcetín y me deja libre o me sigue manteniendo en exclavitud.

No puedo evitar reírme ante su metáfora del mundo mágico.

—Exacto y tutéame por favor que me haces sentir como si tuviera cincuenta años.

Ahora la que sonríe es ella mientras asiente dejándome idiotizado.

Espabilo acomodando mis herramientas en otra mesa que queda frente a la de ella y me siento allí para mejorar el diseño que ya he hecho previamente para la siguiente presentación.

Nuestras miradas se encuentran por encima de los cubículos mientras dibujamos creando una extraña tensión en el ambiente, me es muy difícil concentrarme con ella al frente y no entiendo porqué si en la universidad hasta dibujaba en medio de una fiesta para mis presentaciones.
Trueno mi cuello de ambos lados queriéndome quitar la tensión.

—No hagas eso o te dará un derrame cerebral —me riñe soltando su lápiz de carbón.

—oh, Dios mío, nunca nadie antes se había preocupado tanto por mi —me mofo y me rueda los ojos descaradamente —muchas gracias, querida Elfa.

—Ya no es chistoso —me alega ofendida.

—Silencio —le siseo —y termina lo que te pedí.

Me vuelve a blanquear los ojos, toda la mañana se nos va en eso y me preparo para ir a almorzar.

—Hola, cosita —llega Fanny, mi amiga provisional al salón de diseño —te vengo a invitar a almorzar un delicioso sushi.

Su cabello rubio y ojos negros destacan en su vestido carmesí.

La saludo con un pequeño beso en los labios y siento una mira que si fueran dagas ya nos hubieran atravesado.

—Seguro, pero antes… permiteme —la aparto y me acerco al cubículo de Liz —Señorita Evans ¿Va a salir a almorzar? —le pregunto y me tuerce los labios.

—Obvio, no se preocupe por mí y que le aproveche su pescado crudo —me responde con sarcasmo.

—Muchas gracias, no vemos más tarde entonces —le contesto en el mismo tono —Ah y borra eso y vuelve a empezar que no me convence —le señalo lo que lleva avanzado del diseño que aunque estaba perfecto solo quiero que lo repita por grosera.

—De acuerdo —me gruñe sin mirarme.

Fanny se termina enganchando de mi brazo y salimos juntos de la empresa, la verdad eh tenido mucho trabajo y un buen escape entre semana no vendría mal.









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