Capítulo 24.

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Oliver.

Después del "juicio" en la universidad estoy en mi oficina, sin poder dejar de ver la maldita corbata dorada que me dio Liz meditando y en lo que significa para los dos. 

Me dejó "libre". 

¿Entonces porque me siento más atrapado qué nunca?. 

Jamás me había molestado tanto acabar con una aventura con una mujer, pero aquí estoy, como idiota viendo una prenda de vestir que me regaló.

Tampoco puedo dejar de leer su justificante, dice que tiene anemia y no me sorprende. Lo que sí me tomó por sorpresa es que ella supiera lo mio con Fanny, se supone que era yo quien se lo debía explicar para evitar malos entendidos e hiciera algo como esto, qué terminará con lo que sea que habíamos empezado. 

—Cariño, ¿cómo les fue? —irrumpe sin más mi "novia".

Lo siento, pero no la puedo tomar enserio cuando todo esto es producto de un chantaje. 

—Bien, me declararon inocente —le aviso guardando la corbata en el cajón de mi escritorio. 

En respuesta ella se acerca sensualmente a mi luciendo un conjunto azul marino con falda tubo y chaqueta manga larga, termina sentada en mi regazo. Aparto la cara cuando intentó besarme. 

—¿Sigues enojado?. 

—El término correcto sería decepcionado… —le contesto básicamente echándola de mis piernas —crees que me ganaste, pero lo unico qué haz hecho es que me aleje más de ti. 

—Exagerado —me rueda los ojos —pero ya caerás.

—Lo dudo, si quieres puedo fingir todo lo que tu quieras frente a los demás —la cara se le ilumina con malicia —pero la realidad es que no quiero ni verte. 

Ignorando mis últimas palabras estira su mano al botón del intercomunicador. 

—Evans, mi café —demanda por el aparato ese. 

—Un minuto —le responden en un gruñido y casi puedo verla blanquear los ojos. 

La rubia vuelve a mi regazo, doy un respingo para que se levante, pero se aferra. Un par de minutos después escuchamos los pasos de Liz viniendo para mi oficina. 

—Haber que tan buen actor eres, cariño —Fanny estampa sus labios a los míos qué tanto de sellar mientras entran y se posan al frente de nosotros. 

—Aquí está su café —carraspean. 

Por fin se apartan de mi boca y allí la veo, con su vestido orangine qué no se porque se le ocurrió ponérselo ya qué no es algo que suela usar para venir a la oficina, pero lo amo porque se le ciñe a sus curvas perfectamente y me hace perder en sus piernas imaginándome lo que sería estar dentro de ellas. 

Carajo.

Mi varita se ve afectada por tan pecaminosos pensamientos.

—Creo que alguien se puso feliz de verme —la rubia se limpia las comisuras de su boca manchadas de labial rosado mirando hacia el bulto qué se formó en mi pantalón.

Maldigo en mi interior y no me quiero imaginar como quedé yo así que hago lo mismo, limpiando el contorno de mis labios con algo que jamás creí tener porque una mujer me besara. 

Vergüenza

Fanny toma su taza y se le empina todavía en mis piernas. 

—¡Está frío! —se queja. 

Entre planosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora