2. Neráida

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Hay mucha gente pasando por los puestos, adultos, mujeres, niños, ancianos.

Me encuentro en el techo de una casa, donde puedo observar todo sin que ellos puedan saber dónde estoy.

Hay un puesto, vende fruta: manzanas, uvas, piñas, plátanos y sandías. A lado de ese puesto se encuentra un pasillo, no hay mucha gente así que esa puede ser mi salida de escape. En la esquina de la mesa de su puesto se ve una pirámide hecha de manzanas verdes—mis favoritas—así que podría tomarlo fácilmente pero sería muy peligroso ya que vería rápidamente mis movimientos.

Si lanzo una flecha hacia una manzana podría tomarla ya que con la fuerza que lleva la flecha se iría hacia el pasillo, nadie vería nada y yo sólo tendría que pasar como si nada a recogerla. Bien.

Acomodo la flecha de mi arco, apunto con la vista, me concentro, doy un suspiro, veo de reojo como el señor del puesto está distraído atendiendo a una mujer.

<<Es ahora o nunca>>.

Disparé.

La manzana salió volando hacia el pasillo—espero no haberle dado a alguien que haya ido de paso por ahí— en donde ahora tengo que ir. No es una altura muy lejana así que no fue tan complicado darle al blanco pero.. fue muy fácil ¿de verdad solo fuiste ahí por una manzana? ¿Por qué mejor no dos?

Tomé otra flecha y volví a tirar de ella con éxito hasta juntar tres manzanas. Bien.

Bajé con cuidado de la casa y me dirigí tranquilamente hacia el pasillo.

El pasillo es solitario, no hay ninguna persona ahí que es lo bueno. Dí unos pasos más y ahí están dos manzanas con su respectiva flecha, busque al rededor para encontrar la tercera mientras sacaba la flecha de ellas.

Mordí la fruta mientras buscaba la otra pero no había rastro de ella, tal vez la mande a volar muy lejos.

—¿Buscabas esto pequeña ratita?— escuché una voz masculina detrás de mi, al voltear ví un hombre alto, gordo, con barba negra y las cejas muy gruesas, vestía un mandil blanco con unas manchas al rededor de ella. Es el vendedor de esas manzanas que he robado y por lo que veo no luce feliz.

—Ehh no, de hecho solo vengo por estas dos pero si quiere darme esa no tengo problema.—si lucia enojado ahora se ve más después del comentario que hice.

—No me hubiera dado cuenta que estabas robando de mis manzanas hasta que fuiste por la tercera, no eres muy astuta que digamos, ratita.

—Iba a pagarlas ¿por qué tanto alboroto?

—¿Ah si? Y ¿con qué?

—Yo...—piensa Juny piensa— Tengo algo que no cualquiera es digno de tenerlo— saqué unas perlas de mi bolsa del pantalón, tienen un color rojo intenso y son muy brillantes, medianitas que cabe en la mano—¿Lo ve?—dije acercándome lentamente para que pudiera observarlas—¿Cuándo había visto una de estas?

El señor se quedó perdido viendo aquellas perlas brillantes.

—No te quieras pasar de lista, rata.—su voz era desconfiada pero en el fondo sabía que las perlas le despertaron curiosidad por el brillo intenso en sus ojos.

—Se le llaman perlas de hada, difíciles de conseguir, si usted llegará a venderlas valdrían una fortuna.—extendí la mano para dárselas pero obviamente no lo haría.

Aventé las perlas al piso con fuerza para que se rompieran, de estas crearon una cortina de humo rojizo que impiden ver a través de él, le lancé la manzana que había mordido a la cara y rápidamente agarre la que tenía en la mano.

Dulces traiciones  (Katsuki Bakugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora