7. Tezuma

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Estoy en una cueva tratando de safarme de unas cadenas en mis muñecas. 

No hay nadie, puedo ver las nubes y el paisaje pero sigo atada. Parece ser un nuevo día porque es de mañana.

Mi arco está a unos metros de mi, no lo alcanzo. La libreta ha desaparecido. 

Tengo hambre, sed, las muñecas me duele y ni siquiera sé dónde estoy.

Oigo unos pasos que se acercan y entran desde donde se puede ver el paisaje.

Es un chico, pelo rojizo y alto, playera negra con un chaleco de mezclilla, pantalones rojos y trae una bufanda roja, se ve que es de esa tela fresca.

Detrás de él viene el mismo chico rubio, sigue enojado.

—Estas despierta, !wow! si que es humana, jamás había visto uno—inquiere, el pelirrojo. Se acerca tanto a mi que logro ver sus ojo, rojos, el mismo de su pelo—. ¿Cómo te llamas?—sonríe mostrándome sus afilados dientes, me da algo de miedo que vaya a comerme con ellos—. Tranquila, no te haré nada.

No contesto, me quedo callada, no pienso responderles nada. Me tienen atada, tengo sed, hambre y todavía me dicen humana cuando ellos también lo son.

Me tiene atada como si de un animal se tratase. Me miran y se exaltan como cualquier niño pequeño se emociona al ver un elefante en el zoológico.

—Uhhh parece que alguien está enojada.—vuelve a hablar el pelirrojo.

Un chasquido de lengua resuena y después el chico rubio se acerca para quedar frente a mi.

—¿Cómo entraste aquí, humana?

Odio que me hablen con ese "apodo" como si fuera una criatura extraña aquí. 

¿Qué acaso no han visto a ese gato? O ¿a la chica que disparé? Aquí los extraños son ustedes, no yo.

—Así que no vas a hablar.—se acerca más a mi, está furioso pero es detenido por el pelirrojo.

—Wow wow Bakugo, tranquilo, es una chica—me señala con el pulgar y la mirada puesta en su amigo—. Está asustada y enojada, dejemos que se le pase y volvamos de nuevo.

—No voy a esperar más días ¡quiero que hable ahora! Y si yo digo ahora es ahora.

—No grites o la vas a asustar y con más razón no va a hablar.—susurra, como si no pudiera oírlos.

El rubio saca la libreta y la arroja a mis pies. 

Me sobresalto porque está abierta, no sé cómo la abrieron.

—¿Cómo es que tienes esto?

No contesto pero le sostengo la mirada.

—¡Habla!, ¡maldición!—grita.

—Bakugo.—le toca el hombro pero este hace un movimiento rápido para quitar su mano de encima.

Ni si quiera abrí la libreta como para hablarles de ella.

El rubio me agarra del cuello alzándome, impidiéndome respirar, le agarro con mis manos su brazo, escucho como su amigo le grita que me suelte pero él le ignora.

—Si no va a hablar que caso tiene dejarla vivir—dice, con voz gélida—. Igual sería lo justo gracias a lo que le hizo a Mina.—le doy una patada en el estómago y me suelta.

Al tirarme comienzo a toser tocándome el cuello hasta recuperar el aire. 

—¡Maldita humana!—dice tocándose el estómago. 

Dulces traiciones  (Katsuki Bakugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora