34. Alturas

269 34 31
                                    

Huimos. Lo más rápido que se pueda, estamos corriendo por el pueblo. Muchos guardias salieron del castillo para atraparnos. Hay tantas personas y eso puede ser una ventaja para escondernos entre ellas. La desventaja es tratar de caminar entre tanta gente.

—Te dije que te fueras de aquí.—replicó Bakugo.

Íbamos tomados de la mano, no por acto romántico, sino para evitar perdernos entre tantas personas.

Pero a decir verdad es que estaba nerviosa por su toque, incluso más que por ser perseguida.

Había besado a ese gruñón, bueno él me besó...pero yo le correspondí sin ninguna réplica.

El ambiente lo sentía irreal, tenía mucha adrenalina porque él me la causaba.

—Me habías embarrado en la cara lo terca que soy y ¿ahora estabas esperando a que te hiciera caso?

Detuvo su andar cuando cuatro guardias pasaron cerca de un puesto de artesanías. No podían encontrarnos.

Me apretó la mano para desviar nuestro camino.

—Debemos salir de aquí sin que nos vean.

A lo lejos se encontraba una casa alejada. La vestimenta de Katsuki resalta mucho como para andar en un pueblo. Necesita nueva ropa o al menos una que nos camufle.

—Sígueme.—dije mientras le jalaba para guiarlo a esa casa de dos pisos.

La puerta estaba cerrada y si alguien ve que rompimos la puerta las sospechas serán aún más grandes.

Piensa, Najuny. ¿Qué haría un ladrón para no ser visto?

—¿Qué hacemos aquí, bicho?

Después de observar con detenimiento la casa me di cuenta de que la ventana superior estaba abierta. Perfecto.

—¿Quieres huir de aquí?— junté mis manos—. Pon tus manos de esta forma para poder subir a esa ventana.

Miró la ventana y después a mí.

—No estarás pensando entrar.

—Sólo hazlo, Katsuki.

Juntando sus manos se agachó para que pudiera subir mi pie. La ventana es medio alta, no tanto, ya que mis manos la alcanzan, lo único que hago es subir con la fuerza de mis brazos.

Cuando caí al suelo entre en una recámara desordenada. Un brasier se encontraba a mi lado y me alejé con unos pensamientos de lo que pudo haber pasado aquí.

Baje las escaleras para quitarle el seguro y abrirle a Bakugo.

—Bienvenido—hice una reverencia exagerada—su alteza, pase por favor.

Rodeó los ojos antes de pasar.

Había un sillón con más ropa tirada, en la mesa se encuentran cigarros usados, cenizas, basura de comida, un brasier, una manzana mordisqueada, revistas de mujeres desnudas.

Entre al baño a ver si había algún botiquín o pomada para curarle el raspón que tenía Bakugo en su cara. Lo único que había era pasta de dientes, cepillo, shampoo, dos toallas y un rastrillo. Tomé una toalla para humedecerla en agua.

La bañera estaba fresca, me tomé unos segundos para analizarla y después salir.

Era un completo desorden esta casa.

—Katsuki— grité.

Estaba arriba, mirándose en un espejo el rasguño de su mejilla.

—No encontré nada más que una toalla—me acerque tomando su cara—. Déjame limpiarte.

Dulces traiciones  (Katsuki Bakugo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora