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Analizo su semblante por unos segundos.

—¿Y para qué exactamente? —él suspira.

—No quería estar en mi casa —simplemente se encoge de hombros—. ¿Y tu sobrino?

—Esta noche lo cuida mi tía —me observa extrañado—. ¿Qué sucede, Jefferson?

—¿Tu tía vive muy lejos?

—Dos pisos debajo de mí apartamento —Max asiente—. ¿Por qué tanta pregunta?, y lo más importante —cruzo mis brazos sobre mi pecho—, ¿qué hace aquí?

—Ya te lo dije, Danvers —suspira—. Quería verte —nada más decir eso se acerca a mí y atrapa mis labios en un feroz beso.

Le abrazo por la nuca y él me alza en el aire, colocando mis piernas alrededor de su cintura. Sus besos bajan hacia mi cuello los cuales hacen que mi piel se erice por completo.

—Espere, Jefferson —alejo sus labios de mi cuello.

—¿Qué sucede, Danvers? —tiene la voz ronca debido al deseo que lo inunda, también lo puedo notar en sus ojos, ya que se tornaron de un verde más oscuro.

—¿Ha venido por sexo? —enarco mi ceja pero no responde—. Jefferson... —le reprendo.

—Tengo un problema, Danvers —frunzo mi ceño con confusión.

—¿Qué problema podría tener usted? —él sonríe.

—Mi problema eres tú —sus ojos se encuentran fijos en los míos.

—¿Y qué se supone que he hecho para ser su problema? —simplemente niega.

—Nada, no lo entenderías —murmura—. Creo que fue un error venir hasta aquí —se acerca a la puerta pero lo detengo.

—Quiero que explique lo que acaba de decir —musito lentamente.

—No puedo sacar tu rostro de mi cabeza —se acerca a mi rostro—, tus manos suaves y ágiles, de cualquiera de las formas que imagines —masculla—, tus labios pero sobre todo no logro evadir la gran capacidad que tienes en la medicina —su pulgar acaricia mi labio inferior.

—¿Está insinuando lo que creo que está insinuando, doctor? —veo como pasa saliva.

—Me atraes mucho más de lo que me gustaría, Danvers —no puede decir nada más, dado que uno mis labios a los suyos en un hambriento beso.

No soy consciente del momento en el cual llegamos a mi habitación semidesnudos, solo sé que la ropa comenzó a estorbar en algún punto de ese deseoso beso y que ahora estamos encima de mi cama.

Mis uñas rasguñan su espalda mientras que él besa mis pechos y los masajea con sus manos de forma suave.

Sus labios bajan hacia el elástico de mis bragas y, con sus dedos, las desliza con delicadeza por mis piernas para luego deshacerse de su ropa interior.

Veo como estira su mano hacia me mesilla de noche, dado que en el cajón de allí tenía una caja de profilácticos, toma uno y se lo coloca en su falo completamente erecto. Pero no se introduce en mi interior, sino que baja hacia mi intimidad. Su lengua acaricia mi clítoris con lentitud y sensualidad, con ésta recorre cada rincón de mi sexo y, segundos después, siento como él introduce dos de sus dedos en mí.

Comienza a moverlos de forma rápida, sin dejar de lamer mi entrepierna ni repartir pequeños mordiscos, y yo lo sostengo por su cabello mientras que encorvo mi espalda para poder sentirlo aún mejor.

Siento como estallo en su boca, él quita sus dedos de mi interior y con su lengua limpia los restos de mi orgasmo para luego acercarse a mi rostro sin dejar de acariciar mi cuerpo desnudo.

CÓDIGO AZUL © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora