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Hoy estaba encargada de dar de alta a varias decenas de pacientes, lo cual ya me estaba cansando.

Hace un par de semanas no me he vuelto a acostar con Jefferson; últimamente ha estado mucho más distante, no cruzamos miradas y no ha hecho nada sobre el estudio clínico.

—¿De verdad puedo volver a mi casa, doctora? —cuestiona esperanzada la paciente.

—Sí, señora —sonrío—. Debe cuidarse mucho y volver en unas semanas para unos chequeos —ella asiente.

—Haré todo al pie de la letra —la veo totalmente feliz.

—No se irá sola, ¿verdad? —enarco una de mis cejas.

—Mi hijo vendrá a buscarme en un momento —asiento.

—Me parece perfecto —sonrío—. Cuídese, Cristina —ella me observa.

—Igual usted, doctora —me despido con un asentimiento y salgo de su habitación.

Me acerco hacia el mostrador.

—Aquí está el expediente de la señora González —la enfermera lo toma en su mano—. En unos minutos su hijo la llevará a su casa —ella asiente.

—Esos son todos por hoy, doctora —asiento.

—¿Sabe dónde se encuentra el doctor Jefferson? —cuestiono.

—Me parece que está en el laboratorio con los temas de su estudio clínico —asiento.

—Muchas gracias, Marta —le sonrío y me encamino hacia el laboratorio.

Al llegar veo a una residente de dermatología salir de allí mientras acomoda su gafete y cabello.

Me acerco a la puerta del laboratorio, tardo unos minutos en decidir si entrar o no pero finalmente lo hago y está colocándose su bata.

—Pues creo que llegue en un mal momento —murmuro y él me observa.

—Celos no, Danvers —gruñe y río.

—¿Celos por usted? —ruedo mis ojos—. Sanders le está contagiando su estupidez —musito y tomo asiento frente a él.

—Que pésima comparación, doctora Danvers —suspira.

—¿Y el estudio clínico? —recuesto mi mejilla sobre la palma de mi mano.

—No quiero hablar de eso, Danvers —masajea el tronco de su nariz.

—¿Sucedió algo con tu madre aquella noche? —me observa con molestía.

—Y mucho menos quiero hablar de eso —bufa.

—¿Entonces? —alzo mis cejas—. Me metió en su estudio clínico y no quiere hablarme de ello —me encojo de hombros.

—Observa tú misma —me entrega su ordenador para que vea las notas que tiene y están vacías.

—Ahora lo entiendo —susurro.

—Dilo, es una mierda —mi mirada cae sobre él y está completamente desesperado.

—¿Sobre que es el estudio clínico? —despeina su cabello con sus manos.

—Piensa ser un estudio para evaluar la terapia tradicional frente a la temprana agresiva para pacientes con Parkinson —suspira.

—Bien... —murmuro y comienzo a deslizar mis dedos con agilidad sobre las teclas de la laptop.

—¿Qué piensas escribir? —se coloca sus gafas negras nuevamente.

—¿Confías en mí? —hace una mueca—. Mejor no respondas y deja que continúe con esto —no dejo de escribir.

En cuanto siento que está listo, que tiene todo lo necesario comienzo a leerlo para mis adentros y al acabar volteo el portátil hacia él para que pueda leer.

CÓDIGO AZUL © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora