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Maratón 3/3.

Me acomodo en la cama y observo como Max duerme plácidamente a mi lado. Aún seguimos en el remolque, ya amaneció, la lluvia no se escucha más solamente a los pajaritos cantar.

Sujeto la sábana encima de mis pechos desnudos y me acerco más al cuerpo de Max. Mis dedos acarician su mejilla, trazo el contorno de su mandíbula y mi mano baja hasta sus pectorales; lo acaricio y la llevo hacia su hombro.

—Si continúas acariciándome así acabarás con la mano en mi entrepierna y conmigo devorando tu boca —le escucho decir con voz adormilada.

—¿Cuándo despertaste?

—En el momento que te moviste en la cama —sonrío de lado y bajo mi mano hasta su entrepierna la cual ya está totalmente dura—. ¿Comenzaremos así la mañana, Danvers?

—¿Acaso quieres que me detenga? —comienzo a masturbarlo de forma lenta.

—Nunca —comienza a besar mis labios con pasión y mi mano se mueve cada vez más rápido.

Me obliga a quitar la mano de su miembro y la coloca sobre su espalda para luego colocarse encima de mi cuerpo, pero mantiene el peso de su cuerpo sobre sus codos. Abre mis piernas con su rodilla, hace rozar su miembro en mi entrada y yo gimo al sentir como lo restriega sobre mi clítoris.

—Max... —jadeo y él muerde mi hombro.

Siento sus dedos pasar por mi sexo, luego esos dos dedos me los enseña y están húmedos por mis fluidos.

—Me encanta saber que te humedeces con tan poco, rubia —lleva sus dedos a su boca y los chupa.

—No me tortures, Max —besa mis labios con lentitud.

—La tortura para ti es tortura para mí —murmura.

—Entonces no me tortures más —pasa su lengua por mi cuello hasta llegar a mi mentón, el cual muerde con suavidad—. Me gustas mucho... —jadeo y veo como se coloca un preservativo.

—Tú a mi mucho más —me observa con intensidad.

Comienza a moverse de manera lenta y paciente, elevándose y descendiendo con sumo cuidado. Sin embargo, de repente, aumenta la velocidad de sus embestidas, haciendo que mis gemidos se escapen sin restricciones.

Alzo mis caderas y arqueo mi espalda para poder sentir cada arremetida de manera perfecta.

Jefferson no deja de besar y morder mi cuello mientras sigue moviéndose dentro de mí.

Aprieto su cintura con mis piernas y mis dedos se clavan en su espalda, sintiendo que estoy al borde de la locura, pero es él quien me provoca esto. Aún no entiendo qué tiene para desencadenar esta pasión en mí con solo un roce o imaginación.

Continúa moviéndose, pero esta vez lo hace más rápido y con más fuerza.

Cada penetración me recorre por completo, estoy a punto de perder el control por completo. La sensación de cosquilleo en mi estómago vuelve a aparecer, pero esta vez más intensa, y luego noto cómo estallo una vez más, poco después de que Max también lo haga.

Se queda quieto un momento y yo acaricio su espalda mientras que ambos regulamos nuestras respiraciones. Me contempla por un tiempo y sonríe.

—¿Por qué sonríes así? —paso mi mano sobre su pecho.

—Es que aún no me creo todo esto —beso sus labios de forma corta.

—Pues deberás creerlo porque estoy desnuda debajo de ti y te tengo dentro de mí —besa mi mejilla con sutileza—. ¿Qué más prueba que esa quieres? —arqueo mi ceja.

CÓDIGO AZUL © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora