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Veo que Lidia volvió a vomitar sangre, efectivamente ella necesita un transplante de hígado.

—Debemos decirle, doctora Sanders —ella niega.

—Es lo mismo que la nada, Danvers —suspira—. Ella es una alcohólica, a los alcohólicos no se los acepta en la lista de transplantes a menos que tengan un año de sobriedad —río seca.

—¿Dejará que muera? —veo como rueda sus ojos—. Debe salvarle la vida, doctora —me quejo.

—No hay nada que hacer, el caso se acabó aquí —se levanta y se va.

—Imbécil —murmuro.

Camino hacia Lidia y ella me observa sin ánimos.

—¿Algo bueno, doctora? —cuestiona en un hilo de voz.

—No, Lidia, lo siento mucho —susurro—. ¿Le puedo hacer una pregunta? —asiente—. ¿Tiene algún familiar con su mismo tipo sanguíneo para la donación de hígado? —coloca su mascarilla de oxígeno correctamente.

—No tuve hijos, mis padres están muertos y soy hija única —tose—. ¿Qué sucedió con la lista? —hago una mueca.

—Lamentablemente para poder entrar necesita, mínimo, un año de sobriedad —ella asiente triste.

—¿Puedo volver a mi casa? —se nota un nudo en su garganta.

—Quiero ver si puedo ayudarla de alguna forma, Lidia —confieso—. Me parece injusto que esté pasando por esto —ella sonríe con debilidad.

—Gracias, bonita —toma mi mano con delicadeza—. Pero esto me lo gané yo y no necesito ayuda, cariño —susurra.

—¿Está segura que quiere volver a su casa? —asiente.

—Sí, belleza —acaricia el dorso de mi mano.

—Tramitaré su alta, Lidia —ella sonríe.

Camino hacia el mostrador y observo a la enfermera que vi aquel día con Max.

—¿Qué se le ofrece, doctora? —me sonríe.

—Necesito tramitar el alta de Lidia —asiente y me entrega una planilla—. Gracias —la tomo y voy hacia la sala de reuniones para llenar todo lo necesario.

Golpeo el bolígrafo sobre la mesa y observo los papeles vacíos.

Comienzo a rellenarlos completamente negada a hacerlo y una vez que los tengo vuelvo hacia donde estaba Lidia pero la planilla se cae al suelo al ver como Max le está dando choques para reanimarla.

Se oye cómo el monitor cardíaco hace el típico pitido de que no hay respuesta cardíaca.

—Hora de la muerte 14:24 —Jefferson deja las paletas y voltea hacia mí—. ¿Era tu paciente? —asiento—. Lo siento mucho, Danvers —lo dice con sinceridad porque lo noto en su mirada.

—Ella quería volver a su casa y yo traía su alta aquí —levanto la planilla del suelo.

Veo como Sanders ingresa a urgencias y me apresuro hacia ella enfurecida.

—¡Esto es culpa suya! —exclamo señalándole—. ¡Usted no quiso ayudarla y por su culpa murió! —rujo.

—No es mi culpa que fuese una alcohólica —me sostiene la mirada—. Ella se mató sola —alza las cejas.

—¡USTED SE REHUSÓ A BUSCAR UNA FORMA DE SALVARLA! —alzo aún más la voz—. ¡USTED LA MATÓ! —me da una abofetada, le devuelvo un puñetazo.

—¡ESTÁS FUERA DE MI SERVICIO, MALDITA LOCA DESQUICIADA! —escupe rabiosa.

CÓDIGO AZUL © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora