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—Usted dirá, doctora Danvers —el jefe de cirugía me observa con atención.

—Verá, doctor, tengo a mi padre ingresado aquí y necesita un transplante de hígado —asiente sin dejar de ponerme atención—. Seré su donante y usted sabe que la recuperación es algo complicada —coloca sus manos en señal de calma.

—Tranquila, doctora —medio sonríe—. No debe preocuparse, familia es familia y su trabajo estará esperándola luego de que esté en aptas condiciones.

—Muchas gracias, doctor —niega.

—No es molestia, doctora —se acomoda en su silla—. ¿Cuándo será la cirugía?

—En la madrugada —anota algo en su libreta.

—Espero que todo salga en perfectas condiciones —le sonrío.

—Gracias —me levanto de mi lugar—. Con su permiso —me da un asentimiento y yo salgo de su oficina.

Estaba caminando a la guardería cuando alguien me detiene en el pasillo.

—¿Cómo es eso de que estarás en el quirófano dentro de... —observa su reloj de muñeca—, diez horas? —suspiro y le analizo.

—Decidí donar parte de mi hígado a Richard —me observa confundido—. Es el hombre que estaba en mi puerta cuando dije que eras mi pareja —asiente lentamente.

—¿Por qué? —mueve su cabeza sin entender.

—Lo hago por Tania —es lo único que menciono—. Ahora, tengo que llevar a Matthew con mi tía —él niega.

—Puedo hacerlo yo, si no te molesta —entrecierro mis ojos—. Necesitas entrar a preoperatorio, Danvers —me recuerda.

—Llamaré a mi tía para que venga y llevamos a Matthew a la habitación en la que debo estar, así ella va allí y se lo lleva —él asiente.

—Iré a buscarlo en la guardería mientras tú te cambias de ropa —nada más acabar esa oración, desaparece.

Voy hacia la habitación en la cual debía estar yo.

Sobre la camilla está la bata de hospital y unas medias blancas. Tomo esa ropa y voy al baño para cambiarme.

En cuanto acabo de anudar las cintas de la bata quirúrgica, no puedo evitar observarme en el espejo que tenía frente a mí.

—Disculpa, mamá —balbuceo—. Sé que prometí no hacer nada por Richard desde el día que arruinó nuestra familia, pero esto es por Tania, necesita estar bien para poder recuperarse —limpio una pequeña lágrima que había bajado por mi mejilla.

Doblo mi uniforme de trabajo a la perfección y salgo con él en la mano. Lo dejo encima de una mesita que había en una esquina y luego me acuesto en la camilla.

Poco después ingresa Benjamín con una sonrisa.

—Es extraño que seas mi paciente —ambos reímos y le extiendo mi brazo—. No lo tenses —coloca la intravenosa y el suero comienza a bajar por ella.

—Me gusta más ser doctora que paciente —suspiro.

—¿Quieres que guarde tu uniforme? —asiento.

—Sería genial —hago memoria de dónde había dejado la llave de mi casillero—. La llave está en el bolsillo del pantalón —señalo y él la saca de allí.

—Guardaré esto y volveré para terminar de alistarte —levanto mi pulgar y él se va con mi uniforme en mano.

Observo las cuatro paredes que me rodean y creo que ya estoy aburrida.

CÓDIGO AZUL © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora