Tres años después...
Me muevo entre las sábanas, mientras me aferro a ellas y el molesto sonido de la alarma. Estiro mi brazo y todo es paz y tranquilidad.
Acomodo mi cabeza sobre la almohada, pero un hormigueo recorre mi cuerpo por completo al sentir una mano acariciando mi piel desnuda.—Me haces cosquillas, Max... —murmuro con timidez y él ríe para luego besar mi mejilla.
—Buenos días para la neurocirujana más exitosa y hermosa que existe —musita cerca de mi oído y lo observo con una sonrisa.
—¿No eras el único e inigualable?
—Pero llegó mi mujer y me robó el puesto —aparta los mechones dispersos en mi rostro.
—¿Mujer? —asiente convencido—. ¿Cuándo nos casamos que no me enteré de eso? —me siento en la cama, cubriendo mis senos desnudos, y hago un rodete con mi cabello.
—En el momento que aceptaste venir a vivir a esta casa conmigo te volviste mi mujer... —me sostiene por el mentón—, y yo tu hombre —contemplo su mirada verde profunda y me pierdo en ella, como siempre.
—También estamos aquí gracias a tu madre, ya que ella te convenció de que no vendas esta maravillosa casa y la llenes del mismo amor que tu padre quería —asiente lentamente.
—Les agradezco a ambas —besa mi frente—. Ve a tomar un baño, mientras que yo acabo con el desayuno, preciosa —lo tomo por las mejillas y planto un beso sobre sus labios.
—Sí, señor —en ese momento me levanto de la cama y me dirijo al baño, dejando que el agua caliente caiga sobre mi cuerpo, relajando cada músculo tenso.
Mientras tanto, mi mente divaga hacia el pasado, recordando aquel caso neurológico que atendí en el mismo hospital hace tres años, el cual hizo que tomé la decisión de especializarme en neurología.
Elena, la paciente con síntomas de derrame cerebral, había sido mi primer desafío real como neurocirujana. Recuerdo la intensidad del momento, la presión por tomar decisiones rápidas y precisas para salvar su vida. Pero también recuerdo la sensación de satisfacción al verla recuperarse gradualmente, gracias al tratamiento oportuno y al trabajo en equipo del personal médico.
Después de ese caso, vinieron muchos más, cada uno con sus propios desafíos y lecciones. Aprendí a confiar en mis habilidades, pero también en la importancia de la colaboración y el apoyo del equipo. Y aquí estoy ahora, tres años después, lista para enfrentar cualquier desafío que se presente en mi camino.
Salgo del baño, envuelta en una toalla, y encuentro a Max preparando el desayuno con una sonrisa en el rostro. Él me mira y sus ojos reflejan el orgullo y el amor que siente por mí.
—¿Listo para otro día en el hospital? —le pregunto, mientras me acerco para darle un beso en la mejilla.
—Siempre contigo a mi lado, sí —responde, tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos—. Pero primero, debes desayunar —lleva una fresa a mi boca y yo le sonrío.
|| ... ||
Al llegar al hospital, el bullicio característico del personal médico y de los pacientes llenaba el aire. Nos dirigimos hacia el área de neurología, donde me esperaba mi primer caso del día.
—¡Buenos días, Karen! —saluda Emma con entusiasmo mientras nos acercamos al mostrador de enfermería.
—Buenos días, Emma —le devuelvo la sonrisa—. ¿Qué tenemos hoy?
—Tenemos a Elena Vázquez programada para una resonancia magnética a las diez. Además, llegó un nuevo caso de trauma craneoencefálico que necesitará tu evaluación.
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CÓDIGO AZUL © [+18]
Romance-Dijiste que esto no volvería a suceder -hablo mientras me coloco la blusa. -Bien dijiste, lo dije -observa mis ojos-. Tiempo pasado, Danvers -planta un beso sobre mis labios y me sonríe. -Esto es un error, tú eres mi jefe -digo sosteniendo mi cabel...