~𝒫𝓇ℯ𝓈ℯ𝓃𝓉~¹¹

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Present

El tiempo se había enmascarado como agua de río, corriendo lejos de su alcance y con sus ojos borrosos y cansados incapáz de distinguir la velocidad a la que pasaba

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El tiempo se había enmascarado como agua de río, corriendo lejos de su alcance y con sus ojos borrosos y cansados incapáz de distinguir la velocidad a la que pasaba.
Era imposible detenerlo con las manos desnudas, el agua apenas rozaría sus palmas pero la corriente seguiría, ni siquiera siendo capaz de lavar la mugre en estas, así como el tiempo no se podía llevar su pena tan fácilmente.

A ese punto Argentina había perdido la cuenta de cuántas veces el sol murió y volvió a nacer en el marco de su ventana, se le hacía en la mente una mancha de tinta que tapaba los recuerdos de cuántas veces había estado sumido en la oscuridad de su habitación y cuántas la luz había llegado a acariciar su fría piel en un intento burdo de prestarle un poco de la calidez que había olvidado.
Ahora todo se veía negro.

Dejó de contar las llamadas perdidas también, y de hacerse una lista mental de posibles personas preocupadas, había tachado todo aquello, dejado el celular en silencio para que el corazón dejara de apretársele contra el pecho cada vez que el ruido le recordaba la manera en la que estaba defraudando a todo el mundo.
¿Cómo podía conseguir la fuerza suficiente para levantarse de la cama, cuando cada notificación le tallaba en la mente un momento más en el que hacía a quienes amaba estresarse por él, que ni siquiera valía la pena?

Que cosa.
Si tuviera la descencia al menos de difamarse a sí mismo para que el resto dejara de quererlo.
Mentir, actuar, despotricar contra el mundo con tal de alejarlos a todos de una vez por todas.
Así nadie lloraría por él.
Así Argentina podía cerrar los ojos sin miedo al no despertar, pues nadie tendría que sufrir por su miséria.

Sería tan perfecto ser odiado cuando se quiere desaparecer.
...
Pero, claro... Argentina nunca sería odiado por todos, por más que lo mereciera o lo intentara.

Tenía a Alemania abrazado firmemente a él mientras bailaban por el filo del acantilado y, si Argentina se atrevía a abandonar fuerzas y colapsar, su niño caería con él.

Era esa la estrella única en su noche nublada, ese guía en la oscuridad que le llevaba a seguír luchando con la corriente con tal de salir a flote y dar un respiro desesperado más, aguantar así por más que los pulmones le gritaran bandera blanca y sus extremidades amenazaran con caerse, él seguía nadando, disfrutando el aire por medio segundo para irrealmente aguantar horas sacudido por las olas negras del mar.
Incluso si lo rodeaba la niebla más densa, una capaz de dificultarle respirar, Argentina miraría al cielo y juraría a gritos que por su estrella podía continuar.

Él había prometido que esa estrella nunca dejaría de brillar.

Por eso, incluso en momentos como esos, en donde el cuerpo le rogaba mantenerse quieto, sin temblar por el frío que sentía internamente, el sudor de una calidez que no sentía picándole el cuerpo pero aún así inmovil, como si la más leve sacudida fuera capaz de quebrarlo en pedazos... aún así encontraba la manera de levantarse y mostrarse frente a el alemán... su cuerpo encogído en vergüenza y tapado con las sábanas como queriendo ocultarse, queriendo esconder la hinchazon de sus ojos y los rastros rojos de lágrimas que ya se habían secado, tratando de negar que cada uno de sus llantos lo había dejado seco de emoción.

°•~Key~•°  (NazArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora