Argentina, un país muy conocido y curioso.
Sus amigos saben todo de él... bueno... exepto por algo...
nadie sabe la utilidad de esa pequeña llave que siempre lleva en el cuello.
¿Que cerradura desbloquea? Nadie sabe ¿Que tan vieja es? Nadie sabe ¿Po...
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Resonaba una canción de cuna por la habitación, un tarareo suave y lento, siguiendo una melodía tan vieja que se deshacía con cada nota, como las hojas de una partitura volviéndose polvo con el tiempo hasta el día que se perdieran por completo, y la última memoria de aquella canción fuera el débil tarareo, como gimoteos de dolor. La brisa que se colaba en la ventana, moviendo las cortinas y haciendo música con el carillón que allí colgaba. La noche se asomaba con una pena voraz, como si fuera a ahogar a todos en sus lágrimas con forma de lluvia de cometas, dándoles un último espectáculo a sus ojos antes de acabar con sus vidas.
Y luego estaba él. La triste mirada de la noche se posaba en él y sus ojos entrecerrados, en su cuerpo frágil sentado en el suelo, su mano que delicadamente se enredaba y peinaba los cabellos negros de su niño, a quien sostenía sobre sus piernas y le cantaba. Cantaba, tarareaba. Una melodía pérdida. Se moría un poco más cada día.
Y aunque falsamente forzara notas musicales en el agujero que tenía en el pecho, para ignorar el vacío que se había forzado a aguantar, se sintió en paz. Se sentía en paz con su niño en brazos, aunque lágrimas amenazaran con brotar de sus ojos. No se lo podía permitir.
A diferencia de la bella y melancólica noche, él no podía hacer sus lágrimas brillar y cruzar el canvas negro del cielo para iluminar hasta los secretos más grandes de la tierra y mostrar la preciosura en cada uno de ellos. En su lugar, a su niño solo le quedaría el recuerdo de su padre llorando como lo que realmente era... un patético y deprimente mortal.
Con una ligera risa, miró hacia su niño al sentirlo removerse en sus brazos.
- Ale... ¿Todavía no te dormiste? - Preguntó mientras le pellizcaba la mejilla de manera juguetona
El pequeño alemán rió en respuesta también, abriendo los ojos para negarse... De hecho se bajó de los brazos de su padre, dejando en claro que tampoco trataría de dormir otra vez.
- Corazón, es tarde, hay que dormir - Le advirtió el latino, sonriendo a su pequeño niño
Es que ¿Cómo podría no sonreír? Era el niño más perfecto del mundo, era amable y buen portado, había sido criado por dos monstruos aislados y de alguna manera tomado tan solo lo bueno de ambos... que pequeño suertudo en tanta mala suerte, como hijo de la tragedia.
- ¡Pero no tengo sueño! - Aseguró el pequeño, haciendo puchero mientras se sentaba en el suelo, haciendo a su padre reir
- Yo se que no es verdad, no me mientas... - Dijo el argentino mientras tocaba de manera juguetona con su dedo la nariz del pequeño - Mirá esos ojitos, tan bonitos, tan cansados... te vas a quedar dormido en cualquier momento -
- ¿No podemos seguir jugando un rato? - Su voz suplicante le rompía el corazón... y esos ojitos, tan cansados, tan tristes e ilusionados... las cosas que Argentina daría por quedarse allí cinco minutos más