~𝒫𝓇ℯ𝓈ℯ𝓃𝓉¹⁰~

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Present

Se supone que la mente es el lugar más libre de toda la tierra, más que cualquier territorio o masa de agua, pero también es la zona más cerrada y la prisión más grave en la que una persona se puede encontrar

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Se supone que la mente es el lugar más libre de toda la tierra, más que cualquier territorio o masa de agua, pero también es la zona más cerrada y la prisión más grave en la que una persona se puede encontrar.
Argentina se encontraba encerrado allí, golpeando las barras tratando de romperlas con sus propias manos para ser libre, de maner inútil siempre acabando herido, con las manos moretoneadas y llenas de sangre.

No era la primera vez que tenía las manos llenas de sangre, muchas veces la suya propia, por las luchas para taponar sus propias heridas y no desangrarse en el suelo.
Otras veces, sangre ajena que él mismo había buscado, de enemigos en guerras, por heridas de bala o incluso el filo de su espada al romper sus pieles sin vacilación.

Y, tan solo una vez, la sangre de quien amaba, por una herida de bala en la cabeza causada por sí mismo.
Las manos de Argentina ese día fueron manchadas de sangre al tratar desesperadamente de salvar a alguien que ya había muerto, desesperadamente creyendo que quizá si trataba lo suficiente podría llevar el tiempo atras, abrazándo su cuerpo como buscando un ápice del calor que alguna vez había emanado.

Sus manos estaban limpias, pero juraría que cada vez que las veía aún notaba ese tinte rojo en sus palmas.

Día a día se mudaba más al interior de su mente, de alguna manera por accidente pero a proposito a la vez, dejándose caer ante las torturas que él mismo creaba mientras trataba de escaparlas a la vez.
Se castigaba con golpes mentales, recordaba hasta el olor a muerte en ese lugar maldito, se mareaba en el vaivén de odiarse por amar a un mounstro y, a la vez, sufrir por su muerte.

Lo ahogaban las sábanas de la cama pero no quería destaparse, tenía frío a pesar del clima cálido, el calor no existía a su alrededor, solo el congelamiento de una casa llena de vacío.

- Papa... - Lo llamó la voz de Alemania asomado en la puerta, tímido y precavido al no entrar de todo a la habitación

El argentino no podía verlo, no quería, no era capaz de mirarlo a los ojos ni darle la cara cuando se sentía tan asqueado con sí mismo.
¿Cómo podía? Peor después del día anterior.
Por eso estaba acostado en su cama, dándo la espalda a la puerta y mirando únicamente a la ventana de su habitación, siendo la luz del sol la ultima iluminación de su vida.

- Ah... Ale - Su voz trataba de sonar calma y dulce, pero se notaba quebrada por el dolor - Perdón, hoy desperté algo enfermo... no creo que salga de la cama - Se disculpó

Se daba vergüenza, rechazando a su propio hijo de una manera tan deprimente y vaga, a base de mentiras solo para ignorar la realidad de la vida por unos segundos.

- ... ¿Qué? - Fue herido por el tono quebrado del alemán

Supo al instante que Alemania notó que había sido rechazado, y lo había dañado una vez más.
Otra vez.
Una y otra vez.
Sin evitarlo no dejaba de herirlo.

°•~Key~•°  (NazArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora