~𝒫𝓇ℯ𝓈ℯ𝓃𝓉~²⁰

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Present

↑Present

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Tic tac.

Las manecillas del reloj hacían eco, y entre ellas había un vacío tan ruidoso que le hacía preguntarse si no había quedado sordo.
Ahora ya no podía tirarse para atras, por más que quisiera, no podía tan solo abandonar su cuerpo y huír de la vida, tomarse un descanso de cinco minutos de la pesadez de existir, ni respirar un aire que no se sintiera hecho de plomo.
Sus pensamientos se habían hecho sedentarios, como si un cemento cubriera su cerebro para atraparlos allí, en la claustrofóbica oscuridad... con cada segundo esos pensamientos crecían, se alimentaban los unos de los otros, se reproducían como parásitos, deborándole las neuronas para poblar su mente de manera dolorosa, hacían presión entre el cemento...
Si no los asesinaba, terminarían explotando su carne y exparciendo sus viles restos llenos de infección por el piso.
Y así quedaría como... ¿Cómo un qué?
Ah, sí

Como un suicida con un tiro en la cabeza.

Toc toc.

Ojalá fuera la muerte tocando la puerta.
La amante más gentil que podía desear, pero ella no avisaba de su llegada, nunca, sin importar a quien visitara.
Ella solo aparecía un día cualquiera, a llenar el cuerpo de su victima a besos, comiéndolo a mordisquitos pequeños. Algunos rogaban su amor letal por años antes de que apareciera, como Argentina, pero ella no respondía nunca antes de tiempo, no.
Los más desesperados suicidas violaban la privacidad de la muerte, apareciéndose de sorpresa en su casa con los cuerpos pálidos, despojados de vida, sus ojos cristalinos por el sufrimiento, que se mostraba como podredumbre en su piel.
Aparentemente, había escuchado, que la muerte no era igual de amable con ellos que como lo era con quienes sí esperaban.
Nadie sale vivo de enamorarse de la muerte.

Argentina mismo.
Se desesperó tanto por la dulzura con la que la muerte se paseaba en su cara que fue a buscar alguna alternativa, hasta caer enamorado en los brazos de una falsa muerte.
Su amado, que le arrastró el corazón por el piso y le pisoteó el alma, quien lo asesinó pero manteniéndolo con vida.

Lastimosamente, su amado también estuvo enamorado de la muerte.

Toc toc.

No, no era la muerte quien tocaba la puerta.
Era alguien que le daba mucho más miedo.

- ¿Arge? - Lo lamaban del otro lado de la puerta, entre golpes que iban algo rápidos

Argentina se encontró jadeando, y se tuvo que secar las lagrimas tan rápido como pudo antes de salir corriendo hacia la entrada de su casa, lo último que necesitaba era que tiraran la puerta abajo.
Abrió y tuvo que entornar los ojos por lo brillante que estaba afuera, pero ahí pudo reconocer al fin las dos siluetas de aquellos a quienes hace tanto no había visto... aunque a México lo hubiera visto hace un tiempo, se sentían como años... y a Chile desde incluso antes que eso, casi se había olvidado la forma de su rostro.
Ambos parecieron sorprendidos ante su aparición, pero no tardaron en sonreírle.

°•~Key~•°  (NazArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora