~𝒫𝓇ℯ𝓈ℯ𝓃𝓉~¹²

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Present

A veces se solía preguntar si sus lágrimas estaban hechas de cloro, porque hacía días ya, o quizá semanas o más, que los ojos le ardían con locura y la hinchazon en estos había llegado a un punto en donde no podía abrirlos por completo

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A veces se solía preguntar si sus lágrimas estaban hechas de cloro, porque hacía días ya, o quizá semanas o más, que los ojos le ardían con locura y la hinchazon en estos había llegado a un punto en donde no podía abrirlos por completo. No solo eso, sino que en esos momentos sentía que los costados de su vista se volvían borrosos y solo podía enfocarse en una cosa: La bella cajita medio abierta, de varias maderas, pulida y decorada... tan llena de cosas a reventar, tantas que no podría verlas en un mismo día.
No podría... porque su corazón se quebraría y terminaría otra vez empostrado en la cama, sin poder moverse.

Aunque realmente no sería un cambio tan grande, después de todo esa era su sitación.
Tirado en la cama, sin mover un pelo, ni siquiera conciente de si en algún momento había dejado de respirar y ahora su castigo era mirar por siempre aquella caijta, revivir esos recuerdos que se le clavaban como espinas a la piel, dolorosas, un suplicio eterno, pero uno que por alguna razón no quería dejar ir.
Su mente estaba apagada, no supo en que momento perdió conciencia ni en cuando la recuperó, solo supo que en un momento dio un parpadeo y recordó que seguía con vida... y que esa vida era tan real como había querido negar.
No supo si en algún momento lo llamaron, si pasó alguna emergencia, ni en qué momento Buenos Aires dejó de tocarle la puerta desesperado preguntando qué había pasado.
No escuchó ruidos, no vio nada más allá de su caja, no le pasó nada más por la cabeza ademas de un insesante pitido que había aprendido a ignorar.

No, solo fueron él y su cajita.

Hasta entonces, que despertó de su coma ficticio con el cuerpo entumecido, en donde solo moverse le parecía imposible, como si cada extremidad lo castigara por querer cambiar de posición, era doloroso, era cansador y no tenía motivos ni razones para moverse de la cama.
Entonces ¿Por qué no mejor dejarse morir allí?
Sus cenizas podrían ser otro recuerdo más en esa cajita a la que tanto se pegaban sus ojos hinchados.

Le sorprendió escuchar el timbre de la casa, pues estaba seguro de que a ese punto la pena que no le entró ahogándole la garganta se había quedado ensordeciendo sus oidos... pero esa teoría se derrumbó, trayendo en su lugar un suspiro irritado y lo que fue su primer movimiento en lo que creía era mucho tiempo:
Agarró la almohada y la puso por sobre su cabeza, bloqueando el sonido.
Podía escuchar a Alemania abriendo la puerta y deteniendose a charlar con quien sea que hubiera entrado... pero a él ya no le importaba, o al menos no quería que le importaba, no quería que lo consuma la culpa de mirar a sus provincias ni aclarar sus penas con Perú o Chile.
No le importaba nada.
No quería escuchar.

No fue hasta que escuchó unos toques en la puerta y un ligero "¿Arge?" preocupado que le devolvió el alma al cuerpo.
Y con el alma vino todo ese dolor que había estado olvidando.

Miró hacia la puerta de golpe, el corazón le daba con tanta fuerza contra el pecho que casi lo sentía explotar ante la presión de sus propios latidos, el cambio de temperatura del frío reposo al caluroso pánico en sus pulmones hizo que le ardiera el pecho, y su cuerpo entero se estremeció al recobrar vida una vez más después de haberse preparado para no volver a levantarse de su lugar.
Había pasado tanto tiempo perdiendo la mente en esa cama que era como si su piel se hubiera mezclado con las sábanas, había quedado pegado en esa posición tanto que ahora le dolía separarse, había estado incómodo, sí, pero por alguna razón no había sido capaz de moverse, su cuerpo no respondía, o quizá era él quien inconcientemente le hacía no responder... estaba cómodamente incómodo.

°•~Key~•°  (NazArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora