↓
Present"Despertar sin despertar" era un concepto que hacía tiempo había olvidado.
Ja... que vinieran esos reporteros que siempre tenían sus orejas contra las paredes de su casa, tratando de escuchar algo que se le escapara, que vinieran a hacer algun título amarillista con eso.
Los retaba a venir.La mañana se asomaba burlona por la ventana, las aves se reían de su insomnio. La luz del sol ya no se sentía como ese cálido rayo de esperanza, el abrazo que la vida quería darle para que pudiera dar unos pasos más con sus pies de plomo, solo unos pocos más... ahora era más como un recuerdo constante de esas veces que la vida lo había engañado, le dijo que podía redimirse a los ojos del cielo, solo para hacer lo mismo que el fuego al final:
Quemarlo vivo.Sin embargo su noche, larga y ostil, se sentía como si aún continuara; todo ese tiempo lo pasó con el martirio de su mente, una vez explotada decidió torturarlo, con su cajita abierta y el cerebro volado no tuvo otra opción más que acostarse en la cama y pensar... pensar sin control, por más que tratara de parar.
Los llantos viejos aún le quemaban la piel como ácido, los gritos del pasado todavía retumbaban entre sus tímpanos, las súplicas le colaban la cabeza para alimentar a esos parásitos que había bautizado como "Pensamientos".Se removía y retorcía en la cama como si las sábanas estuvieran hechas de espinas y cada respiro doliera más que el anterior.
Pero estaba bien.
Era su castigo.
Por hablar de más.
Hacer de más.
Esperando menos.Por eso, el día llegó y él aún estaba agotado, martillado a la cama como si fuera la cruz donde sería crucificado, pero entre la sangre de sus extremidades y el ensordecedor ruido de su mente, la verdad era que no podía ni moverse.
¿Estaba respirando siquiera? ¿Había muerto en su sueño? ¿Era este el limbo que lo esperaba, sintiendo absolutamente nada en una cama dolorosa, sin poder ni parpadear, atrapado entre el sol en su ventana y las sombras de su habitación?
Quizá.
Ojalá.
A este punto sería más facil ¿No?Qué le importaba la redención... el castigo, el sufrimiento ajeno.
Él era la obra de arte, la creación del pecador para pecadores, la que viviría para ser apreciada o aborrecida, hasta que decidieran quemar su lienzo en un acto de castigo y dejar sus cenizas milagrosamente pudrirse, si es que su carne no lo hacía primero, claro, su cuerpo patético y descompuesto, el cadaver que usaba como piel.
¿El castigo? ¡¿A quién le importaba el castigo?! Lo merecía, sí, huír de él lo haría mala persona, sí ¿Y qué? Ya no importaba, ya era mala persona ¿No? Entonces podía escapar, no podía mancharse más de lo que ya se había manchado, su castigo no hizo nada, no ayudó a nadie.
Además, nadie sufriría si él desapareciera, nadie lloraría en su tumba... o quizá ni siquiera tendría una tumba. Increíble, perfecto, podía terminar como su amado, ahí, junto a él y el futuro que le había prometido. Si tenían suerte, quizá, a no ser que su amado estuviera secuestrado en el infierno y Argentina atrapado en la celda de su limbo, claro.
Dos actores que vivieron tras el telón del escenario, enfermos y podridos, ahora la cortina se había levantado pero estaba solo para enfrentar a la audiencia porque su compañero, su dueño, se había esfumado.
ESTÁS LEYENDO
°•~Key~•° (NazArg)
Hayran KurguArgentina, un país muy conocido y curioso. Sus amigos saben todo de él... bueno... exepto por algo... nadie sabe la utilidad de esa pequeña llave que siempre lleva en el cuello. ¿Que cerradura desbloquea? Nadie sabe ¿Que tan vieja es? Nadie sabe ¿Po...