Argentina, un país muy conocido y curioso.
Sus amigos saben todo de él... bueno... exepto por algo...
nadie sabe la utilidad de esa pequeña llave que siempre lleva en el cuello.
¿Que cerradura desbloquea? Nadie sabe ¿Que tan vieja es? Nadie sabe ¿Po...
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Gemía de dolor con cada paso entre esas paredes oscuras, en sus pulmones maltratados bailaba el polvo como las viejas mariposas que solían morir en su estómago. Quizá él podría darse por muerto también, el cuerpo le ardía como si cada golpe y latigazo se hubiera transformado en quemadura, quemaduras que vivirían incluso cuando él muriera y fueran ellas quien lo transformaran en ceniza.
Débil trastabilleó hasta chocar con la pared, su golpe haciendo eco por el pasillo... necesitaba un descanso, incluso con todo el viaje en barco y todas las vueltas que tuvo que dar, aún no había sanado del todo, sus heridas debían ser peores de lo que había imaginado. Pero al menos ya estaba en casa, o algo así debía decirse para mantener la cordura un rato más... no quería quedar como esas viejas mariposas, desalado en el intestino de alguien más.
Nuevamente le habían dado una paliza por no querer anunciar públicamente lo que sus superiores le ordenaban... aparentemente Estados Unidos se ponía cada día más molesto y querían que Argentina diera una respuesta sobre de qué lado estaba. El tiempo para ser neutral en toda esa guerra se le estaba acabando...
Con un nuevo gruñido se tragó el dolor y volvió a caminar, sus pasos resonaron por el pleno vacío a su alrededor, se estremecía solo mirando las telas de araña e imaginandose a sí mismo atrapadas por estas... aunque llevaban tanto tiempo ahí que probablemente ya estuvieran abandonadas. Realmente... para ser ese pasaje secreto tan importante en su relación con cierto europeo, bien podría ese amor suyo limpiar un poco de vez en cuando, más que nada teniendo en cuenta lo ordenado que él era. Argentina nunca había visto siquiera la fachada de esa mansión, como mínimo podrían cuidar un poco ese pasillo y única entrada que le era permitido usar.
Cuando finalmente abrió forzosamente la puertita (Con ayuda de alguien dentro de la mansión, como siempre) y resopló, creyó que al fin podría desplomarse en el suelo y volverse problema de alguien más... hasta que descubrió quién le esperaba al otro lado de la puerta.
- ¡Ale! - Jadeó, viendo alarmado al pequeño niño
Alemania estaba ahí parado frente a la puertita, con la sabana de su cama descansando en sus hombros mientras la mayor parte de esta era arrastrada por el suelo. No sé suponía que Alemania estuviera allí, tenía que estar durmiendo, era demasiado tarde. ¿Y donde estaba su amado, quien siempre le abría la puerta?
- ¿Qué haces acá? ¿Y tú padre? - Preguntó algo alterado, mirando hacia todos lados
- ... Vos sos mi padre - Respondió el pequeño, girando la cabeza como confundido
- No... ¡Sí! Tu otro padre - Corrigió
- Sigue en su pieza - Explicó el niño - No quería salir a abrirte... Así que vine yo -
Esa fue la primer alarma.
Un amargo sabor a desconfianza llenó su paladar como el jugo de carne podrida que a veces era obligado a tragar. Tenía un mal presentimiento y tan solo crecía con cada segundo de silencio en esa oscura mansión, aunque podía escuchar el eco distante de sus zapatos con taco... Golpeaban justo arriba de su cabeza, donde estaba la habitación que solían compartir. Arriba suyo, lentos, lentos. Uno. Uno. Dos. Tres. Clok. Clok.
