Capítulo 41: Enfermedad

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Lo siguiente fue ordenar mis maletas. Dos llamadas fueron más que suficientes para que mi cabeza terminara apoyada al vidrio de un automóvil, escuchando la radio sonar.

Nada había sido interesante de ese día o de los pasados más que las píldoras que tomé. Eran nuevas, Minjeong me las dio. Me dijo que eran un regalo solo porque no escucharía mi voz ni vería mi rostro por algún tiempo. Muy a pesar de que me prometí a mí mismo no dejarme llevar por absolutamente nada que me llevase obligatoriamente a una amistad, yo no podía evitar ser débil. Siempre sonreía y hablaba a montones. A veces no entendía por qué alguien como ella estaba interesada en una abominación social como yo.

Miraba de vez en cuando el frasco rosado con un rostro feliz dibujado; Minjeong decía que le gustaba verme feliz, creía que esto lo lograba. Había tantas cosas que ella aún no entendía pero le gustaba aparentar como que lo hacía. Yo tenía esa sensación de que me veía como una meta, algo que le gustaría ser. No creo que sepa lo jodido que eso es. Solía tratarla como una niña pequeña muy a pesar de que solo fuera unos años menor que yo, pero me gustaba sentir que podía protegerla y que tenía algo de lo que sostenerme.

De Yoongi, seguía sin saber nada. Venía a casa, pero yo le había dicho a mamá que tenía prohibido dejarlo pasar o siquiera abrirle la puerta. Hacía llamadas, de las cuales sentía que también estaba aferrándome; sentir que mi teléfono sonaba con su nombre en la pantalla me hacía pensar que lo nuestro seguía estando allí. Mantenía a mi cabeza recordándolo permanentemente, olvidando su ausencia. Las razones por las que no quería verlo o escucharlo era porque sabía que si lo hacía solo iba a lanzarme sobre él y pedirle que lo hiciera, que nos fuéramos. Que cumpliera esa promesa que a pesar de que no había sido proclamada como una se sentía como si lo fuera.

No sabía si él tenía conocimiento acerca de lo que ocurriría conmigo estas semanas.

Pero, me dijeron que si lograba controlarme, tener un peso adecuado y no tomar pastillas, podría salir de ahí de inmediato. Supe que eso era lo que quería cuando salí de casa, viendo hacia atrás los ojos de mi pequeño hermano verme con ese montón de palabras escritas en ellos. No tuvo que decir nada, ni siquiera adiós, ninguno de los dos tuvo que hacer más que mantener la mirada. 

Cuando me fui, el sol apenas estaba ocultándose, y cuando llegué, ya había oscurecido. Mi padre casi me sacó a patadas del auto, no hubo siquiera despedida. Así que ahí estaba, caminando aleatoriamente, porque no sabía por cuál de todas las gigantes puertas debía avanzar. Sentí detrás el ruido que hizo el auto al irse, arrastrando tierra, cubriéndome unos segundos con ella. ¿Qué se supone que haría yo en este lugar al cual no pertenezco?

—Eh, ¿quieres entrar? —preguntó una anciana de escasos cabellos negros, mirándome el rostro, y con ello, trasmitiéndome incomodidad.

Asentí, y ella hizo unas señas abriendo una de las puertas con sus llaves.

Cuando entré, había más habitaciones. Muchas. Era todo gigantesco. Caminé solo un poco hasta que encontré a alguien que me ayudase, porque con el apuro que mis padres traían ninguno fue capaz de decirme dónde tenía que ir cuando ya estuviese aquí. Estuve en una oficina viendo unos papeles junto a otra señora, luego, tuve que ir a muchas habitaciones para poder saber ir hacia ellas por mi cuenta. 

Esto parecía un asilo de ancianos deshabitado. No había nadie. No sabía si se debía a que era hora del almuerzo o quizá no dejaban salir a las personas después de cierta hora.

Cuando ya pude dar mi opinión mental respecto al lugar me llevaron a mi habitación, una que tenía que compartir con tres personas. No me impresionaba ni me disgustaba, pero tampoco era como si yo fuese una persona muy social, así que esperaba que todos estuvieran lo suficientemente jodidos como para que ninguno se me acercase, porque, ya tenía a Minjeong en mi vida, no necesitaba a nadie más.

DRAMA KING. ➸yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora