Capítulo 3: Drogado

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Como era de esperarse, nuestra batalla de miradas continuó durante bastante tiempo más después de eso. Y durante una larga semana, Yoongi se sentaba conmigo ocupando el lugar de Hyerin en la cafetería, logrando hacer que ella, entre un sentimiento que poseía que no lograba distinguir, se fuera enojada la mayoría de las ocasiones porque a mí no me importaba con quién sentarme. Si era ella o era él, era exactamente igual para mí.

No hablábamos, pero era cómodo. 

Yo no comía demasiado porque mamá estaba continuamente remarcándome en casa que estaba bastante subido de peso y mierda por el estilo que suponía debía darme igual pero terminaba por acomplejarme. No mentiría, a mí me gustaba lucir bien, incluso cuando sé que a nadie más le importaba; exceptuando a aquellos con quienes me acostaba.

El tema de conversación que llenó nuestra mesa ese día fue el que logró que nos soltáramos el uno con el otro, a pesar de que su personalidad completamente distinta a la de días anteriores terminó por fastidiarme.

Yo llevaba unos pantalones cortos y, por lo tanto, mis piernas expuestas dejaban a la vista moretones grandes en mis muslos. Él los estuvo viendo por una extensa cantidad de tiempo, hasta que por fin preguntó.

—¿A qué se deben los hematomas en tus piernas? 

Negué. Y probablemente fue eso lo que activó esa parte de sí mismo que no podía soportar que no le contara el porqué. 

—Puedes decirme, estoy drogado, no recordaré esto luego.

—¿Por qué te importa?

—No me importa, pero ahora estoy curioso de si se trata de tu papá pegándote porque no te estás portando bien o, no lo sé, ¿algún tipejo de la escuela con el que te acostaste?

De pronto, nací en sus labios como una cosa cualquiera. Soltó esas palabras con la voz más fría que nunca antes había escuchado, pero no me enojé ni armé lío por la situación, sinceramente, había vivido mil veces este tipo de cosas con personas diferentes. Me fui, caminando rápido a otro lugar, porque realmente no quería mantenerme al lado de él si estaba envuelto en esa forma de ser que me parecía molesta. No estaba dispuesto a soportar algo que ni siquiera me traería amor como recompensa.

Pero me siguió, de una forma poco disimulada.

Me senté en el piso, cerca de la puerta que daba al siguiente bloque, con los brazos cruzados y la mirada puesta sobre mis pies. Y fue ahí cuando se acercó, hincándose de la misma manera que su madre lo hizo semanas atrás en el hospital con él, y poniendo su mano en mi rostro. Fue demasiado suave como para la forma tosca en la que sus manos solían tocar a los demás, porque yo lo había visto antes con otros chicos y también con chicas, nunca de esta forma. Recuerdo con detalle la manera en la que sus dedos se movieron lentamente y cómo, de forma patética, incliné mi rostro buscando más cercanía. Justo como mamá hacía cuando papá la tocaba.

Yo no quería parecerme a ella, pero, justo ahora, entiendo el sentimiento.

—Lo siento, eso que dije fue estúpido, pero constantemente digo estupideces y actúo como un imbécil sin darme cuenta de la magnitud de las cosas. 

—No importa. —musité, seguía demasiado embobado con la forma en la que él estaba acariciándome; tenía los ojos cerrados y mis labios estaban entreabiertos.

«Dios, Yoongi, te perdono todo lo que quieras si solo sigues esta jodida caricia».

—¿Realmente lo piensas?

—Sí. Es solo... Sé que esta no será la primera vez que cometerás ese tipo de imprudencias, y puedo apostar a que esa es la razón por la que no has dicho ninguna palabra durante estas semanas.

Asintió.

Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que él estaba mordiéndose el labio, quizá maravillado por la forma en la que reaccionaba ante las cosas que hacía conmigo.

—¿Te gusta que te acaricie? 

Me dio muchísima vergüenza en el momento, así que hubo un color rojizo extendiéndose por mi rostro hasta la punta de mis orejas; pude sentirlo. Me alejé del tacto que habíamos generado y asentí mirando en dirección al suelo. 

Posteriormente a ese incómodo momento, me hizo una oferta de saltarnos las clases que quedaban para poder hablar lo que habíamos perdido, y acepté, porque parecía una buena idea. Lo era, lo fue en el momento. Estuvimos en el jardín todo el tiempo, hasta que comencé a sentir que la voz de Yoongi comenzaba a ser cada vez más apagada y triste.

Escuchamos música de mi teléfono pero con sus auriculares. Se sentía como si fuera mi amigo desde hace mucho. Y, a sabiendas de que me enloquecía que me acariciara, lo hacía cuando tenía oportunidad; mi rostro, mi cabello y mi muslo, eran los puntos que prefería. 

Omitió muchas cosas respecto a las drogas o a su familia, y yo hice lo mismo. De todas formas pasé largos momentos en la conversación tratando de sacar más cosas sobre su vida, sin lograr ningún resultado. A pesar de estar drogado como lo estaba en esos momentos, él no se rindió ni cedió ante mis preguntas, hacía muecas o me hablaba de otra cosa. Me gustaba la forma que teníamos de comunicarnos, a base de diferentes factores.

Yoongi me dijo que hizo su vida una fiesta y que no se lamentaba en lo absoluto de eso. Quería vivir para siempre en la sensación que transmitía vivir de una sola noche y no pensar en lo que ocurriría mañana.

Yo, tímidamente, le dije que he vivido un poco triste todo este tiempo y que he intentado cubrirme con el amor que necesito que los demás me den constantemente. No quería mostrarme débil, en lo absoluto, porque sabía cuán cambiante podía ser Yoongi, a pesar de eso, él parecía entenderlo, o hizo como si lo hiciera. 

Después de un largo rato, él comenzó a desesperarse. Y aquellos escasos minutos fueron los más tristes que he podido imaginar. Su rostro se volvió cada vez más opaco y sin vida hasta el punto en el que ni siquiera me vi capaz de dirigirle la palabra. Me dijo que necesitaba ir al baño. El cuadro pasó en cámara lenta cuando casi toma mi mano. No lo hizo, sin embargo. Él se acobardó en un último momento y simplemente terminó por decirme que fuéramos allí rápido, solo para que cuando llegáramos, se drogara. Tuve que ver todo lo que hacía y me produjo náuseas cómo fue tan fácil para Yoongi recomponerse nuevamente, pero ahí estábamos, caminando uno al lado del otro, con un nuevo él, parlanchín y sonriente.

¿Era realmente necesario? 

Nunca voy a saberlo. Incluso después de tiempo no me vi capaz de entender si ese día, en ese momento, era necesario que lo hiciera.

Antes de irme besé su mejilla y le pedí que tuviera cuidado entre muchas otras cosas que susurré en su oído antes de emprender camino, y él dijo:

—Nunca nadie se había preocupado por mí de esa manera. 

Me reí triste mientras le daba la espalda, esperando que fuera mentira.











DRAMA KING. ➸yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora